Rita Barberá está pasando las horas más amargas de su dilatadísima carrera. Abandona el PP al decidir el Tribunal Supremo que sea investigada por el ‘caso Pitufeo’. La situación se ha hecho insoportable para quien fue alcaldesa de Valencia durante más de veinte años. Ante la presión de su propio partido ha decidido darse de baja, sin renuncia a su escaño de senadora. El código ético ‘popular’ sólo prevé suspensión de militancia en el caso de que la Justicia adopte medidas cautelares contra un imputado, pero el pacto firmado con Ciudadanos les ha forzado a cortar por lo sano. La tarea de toda una vida se va por la borda por una decisión judicial de simple inicio de procedimiento.

La tensión seguirá. Aunque Barberá pase al Grupo Mixto del Senado, la tensión continuará en el seno del PP. La exalcaldesa es senadora autonómica. No ha sido elegida por las urnas, sino a petición de su partido. Al negarse a devolver el acta perjudica a Rajoy, al que le vuelven a asfixiar los escándalos mientras intenta centrarse en las elecciones gallegas y vascas. Rajoy calla respecto a Barberá, a la que le debe mucho apoyo, sobre todo cuando el actual presidente en funciones estaba en la oposición y la alcaldesa era uno de los motores del en otros tiempos triunfante PP valenciano. Su marcha del PP añade más voltaje a la actual coyuntura de bloqueo institucional y abre aún más las puertas a unas terceras elecciones.

También afecta al PP balear. El drama de Rita afecta también al PP balear, que funciona con un presidente provisional desde la caída de José Ramón Bauzá el año pasado y todavía no tiene un candidato formal para intentar relanzar la organización en un próximo congreso. En el Archipiélago no pueden convocar la cita congresual hasta que se aclare el negro panorama en Madrid. Con independencia de lo que pase a escala estatal, el PP balear va perdiendo margen de reequilibrio interno y capacidad de oposición mientras la legislatura autonómica sigue avanzando.