Hace apenas dos años , antes de la pandemia, ya se hablaba de las proezas de este niño aventajado de la escuela de golf de Ibiza que no solamente destacaba por su clase y magníficos resultados en la práctica de este peculiar deporte, sino que añadía un puñado de valores que le hacían brillar todavía más. Su dulzura y su bondad lo hacían singular. Es el niño que todos queremos tener cerca como hijo, como hermano pequeño.
Su hoja de ruta trazada, su compromiso, su incansable entusiasmo en los entrenamientos combinado con horas de aplicación en el Líceo Francés Internacional de Ibiza son la semilla para un porvenir como futuro jugador profesional de golf, su meta.
Los que lo conocemos, medio en broma medio en serio, le pedimos fotos para poder presumir y sacar pecho el día de mañana cuando destaque en un British Open o en Augusta National.
Además tiene la suerte de contar con excelentes entrenadores, su padre Diego, Marcos Juan, David Álvarez y Toni Planells, quienes tienen puesto todo el empeño y dedicación para llevar el progreso de Nils por el buen camino. Quedan años de duros entrenamiento, torneos a nivel autonómico y nacional. Luego, quizá, llegue la beca para entrar en la Residencia Blume en Madrid y puede que, después, salte el océano para recalar en alguna universidad americana; el peaje de esfuerzo y soledad que debe batir para obtener su tarjeta como jugador profesional.
Hace dos semanas, entrenaba con Jaime Jaume, su guía, su espejo y hermano mayor, golfista aventajado, actualmente enrolado en el equipo de la Universidad de New Jersey; Nils expresaba su alborozo por conseguir alcanzar el green del hoyo 8 del Golf Ibiza, un par 5, de dos golpes. Otra pequeña conquista.
Como en la Grecia Antigua, un destino tan fértil de progreso y esfuerzo a tan corta edad se ha visto truncado por el recelo de los dioses. No hay razón ni convicción que pueda explicarlo. Nils ha subido directamente a jugar al golf a esos campos celestiales cuya silueta se advierte tras el brillo de las noches estrelladas de agosto. Ahora solo tendrá que preocuparse de la envidia de los ángeles, como el poema de Edgar Allan Poe, en aquel reino junto al mar.
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