Jesucristo nació el 25 de diciembre en un pesebre, rodeado por un buey y una mula, su madre era una mujer caucásica joven que no había conocido varón y un trío de magos de todas las etnias, no cuatro, ni cinco ni seis, fueron exactamente tres los que acudieron a presentarle sus respetos siguiendo la estela de una estrella fugaz. Ahí queda eso. Si hoy en día todo se pone en tela de juicio, sobre todo cuando no hay explicación científica ni documentación que demuestren ciertas realidades, cómo no vamos a poner en duda la Navidad y todo lo que hay alrededor de ella.
De Papá Noel a los Reyes Magos, el canto de la Sibil·la a a las neules, pasando por la búsqueda de la figura del fraret en los belenes mallorquines, la representación de L'Adoració dels Tres Reis d'Orient de Llorenç Moyà, la porcella rostida... pongamos bajo la lupa estas fiestas y sus costumbres para conocer cuáles son ciertas, cuáles se han importado de otros lugares y si Mallorca tiene alguna tradición propia.
Cristiandad vs paganismo
La iconografía cristiana se apoderó de elementos paganos para poder llegar a la gente. Celebramos la Navidad el 25 de diciembre, aunque la fecha del nacimiento de Jesús tampoco queda clara en los evangelios. Pero esta fecha coincidía con la festividad solar dedicada al dios Mitra en la antigua Roma. Mientras que el júbilo del fin de año está en sintonía con la fiesta de las Saturnalias que se celebraban, a finales de diciembre, en honor a Saturno, el dios del campo.
Por cierto, ¿sabían que la profusión de luces de Navidad tiene también mucho de pagano? Los pueblos celtas celebraban el ‘despertar del Sol victorioso' con grandes hogueras «para darle fuerza». Hoy en día, la luminaria navideña nos proporciona esa luz, aunque su significado esté totalmente olvidado.
¿Cuántos Reyes Magos había?
Sabemos de su existencia gracias al Evangelio de San Mateo, pero su número varió hasta el siglo IV porque la Biblia no indica cuántos reyes fueron a Belén. Hasta de 12 se ha llegado a hablar. Imposible recordar sus nombres. Por cierto, que no conocimos sus nombres ni su imagen hasta el siglo VI en un mosaico de la iglesia de San Apolinar Nuovo, en Rávena (Italia). La raza de Baltasar varió de blanco a negro en el siglo XVI porque los ‘infieles' no podían adorar a Jesús. Y, de hecho, no fue hasta el siglo XIX cuando los Reyes Magos comenzaron a llevar juguetes a los niños en España.
Se armó el belén
Es mejor entender el portal de Belén no como el retrato exacto de un hecho histórico-religioso, sino como el resultado de una tradición de siglos que adopta diferentes variaciones. Es más, no fue hasta la Nochebuena de 1223 cuando Francisco de Asís inició el movimiento belenista retratando por primera vez el ‘nacimiento', en una cueva próxima a la ermita de Greccio, en Italia. Recordemos que los evangelios no hacen ninguna mención a que un buey y una mula estuvieran presentes en el nacimiento, y San Francisco de Asís era el patrón de los animales. Hagan cuentas. Como explica, los expertos en belenismo, «los primeros pesebres llegaron a España desde Nápoles gracias a Carlos III (en el siglo XVIII) y, seguramente, serían las familias nobles del país las primeras en decorar sus casas».
En Mallorca podemos vanagloriarnos de tener el nacimiento más antiguo de Europa, el Belén de la Sang, compuesto por 23 piezas, y que lleva 7 años en fase de restauración. La tradición cuenta que fue el regalo del capitán de un navío italiano que durante una tormenta en las costas de Mallorca en 1536 prometió que entregaría como exvoto uno de los misterios que portaba como carga si lograba salvarse. La primera luz que divisaron fue la de la lámpara de Nuestra Señora de las Nieves, en el antiguo convento de Nuestra Señora de Los Ángeles, o de Jesús, de Palma. Las piezas fueron trasladadas a su actual ubicación , la capilla de La Sang, en el siglo XIX.
Hoy en día es muy típico colocar en los nacimientos figuras de personajes humildes; y aquí en la Isla, por ejemplo, es habitual ver la figura de la de samaritana –la mujer que da de beber del pozo a Jesús–, así como el fraret (frailecillo), típico de la zona de Valldemossa, que los niños tenían que localizar en el belén. Por cierto, cuando visiten el Belén de Cort, agudicen la mirada para buscar esta figurita entre sus piezas. Y recuerden, la figura del niño Jesús no se coloca en el pesebre hasta el 24.
El árbol de la princesa
El árbol de Navidad es una tradición de los nórdicos, que en invierno colocaban árboles vivos en casa para recordar que fuera de ella, bajo toneladas de nieve, había naturaleza viva esperando a florecer. Inicialmente, consistió en un pino o abeto de hojas perennes, que simbolizaba el amor eterno de Dios. Era adornado con manzanas, que recordaban el pecado original, y con velas, representación de la luz que Cristo trajo al mundo. Hoy en día, las manzanas han sido reemplazadas por bolas de colores y las velas por luces.
La persona que trajo esta tradición decorativa a España fue Sofía Troubetzkoy, una princesa de origen ruso casada con un noble español. Durante las Navidades de 1870 colocó un árbol en su palacio de Madrid que se hizo tan popular que permitió que la gente lo visitara. No sería hasta la década de los 50 cuando se popularizó en los hogares españoles. De esta idea de recordar la naturaleza viene también el ‘Tronco de Navidad', al que los niños golpean con bastones mientras cantan, para que ‘cague' regalos y dulces el 24 de diciembre. Es una tradición muy arraigada en Catalunya, Aragón o Andalucía, con diferentes nomenclaturas.
El rojo de la pasión
¿Saben de dónde viene esa costumbre de ponerse ropa interior de color rojo? De la Edad Media, donde se prohibían ropajes de este color porque ‘inclinaba' a las bajas pasiones. Por eso, la gente la usaba en prendas que no podían verse a simple vista. ¿Y la flor de Pascua roja? Una mezcla entre recordar la naturaleza durante el invierno y ese tono pasional. En el siglo XIX, Joel Robert Poinsett, diplomático estadounidense destacado en México, la descubrió y exportó a Estados Unidos. Allí se popularizó y extendió al resto del mundo como planta ornamental navideña, debido a sus colores.
El calendario más particular
Las neules son una reminiscencia de las telarañas de la cueva donde nació el niño Jesús. Como antes no había muchas maneras para saber los días que faltaban para llegar a la Navidad, las neules se utilizaban como si fuesen un calendario, hechos de dibujos y troquelados. Había grandes y pequeños para referirse a las semanas y días respectivamente.
Tradiciones nostras
El canto de la Sibil·la –propio de la Isla y el Alghero–, la Misa del Gallo y la Adoración de los pastores son los actos propios más relevantes de Nochebuena. Los denominados matines. Esa noche también se celebraba el Sermó de la Calenda, que se interpretaba antes o después de la Misa del Gallo. Es de origen incierto y, dada la falta de una tradición escrita, cada iglesia confeccionaba su propio sermón. Sin olvidar otros actos importantes de estas fiestas, como el poema de La Colcada de Pere d'Alcàntara Penya el 31 de diciembre o la representación en Palma de L'Adoració dels Tres Reis d'Orient de Llorenç Moyà, el 6 de enero.
De Nadal a Sant Esteve
Antiguamente, la Navidad se celebraba oficialmente en Mallorca entre el 24 y 26, es decir, entre Nochebuena y San Esteban. Y el día 21, Santo Tomás, era el pistoletazo de salida para las compras navideñas; aunque hoy en día han cambiado esta rutinas por cuestiones puramente comerciales. Otro dato curioso: las familias mallorquinas no celebraban grandes cenas el 24 de diciembre. Como mucho un plato de frit y después de los matines, un poco de chocolate caliente con ensaimada. Las actuales cenas de Nochebuena son consecuencia de influencias de fuera y del impacto comercial.
¿Y los platos más típicos? La sopa y la salsa de Nadal y la carne, como el pavo, la porcella rostida, el cochinillo o la gallina rellena. Además de dulces como el turrón casero, los mazapanes o el pan de higo. El roscón de Reyes, por ejemplo, de origen francés, llegó a Mallorca a través de la Península. Hasta entonces se tomaba ensaimada.
De Nicolás de Myra al triunfo de Coca-Cola
Papá Noel, Santa o Santa Claus... apodos diferentes para referirnos a uno de los personajes más conocidos de la Navidad. La barba blanca, el traje rojo y el gorro con pompón son los rasgos más definitorios de un hombre bonachón que ameniza las fiestas con sus regalos. Pero lamento comunicarles que la imagen que tenemos de Santa Claus es bien diferente a la realidad. El verdadero nombre del mito es Nicolás de Myra, un obispo cristiano de orígenes turcos que predicó la palabra de Dios durante el siglo IV. En torno a su figura destacan milagros e historias sobre su caridad con la gente pobre.
La transformación comenzó en 1624, cuando el personaje llegó a Estados Unidos con los emigrantes holandeses, que veneran a Sinterklaas o San Nicolás, un personaje que trae regalos a los niños. En 1809 el célebre escritor Washington Irving deformó el nombre del santo ‘Sinterklaas' en la vulgar pronunciación ‘Santa Claus'. Luego el poeta Clement Clarke Moore dio un paso al escribir un poema en el que menciona a Santa Claus como «un enano delgado que regala juguetes a los niños y viaja en un trineo tirado por nueve renos incluyendo al líder, Rodolfo. ¿Les empieza a sonar un poco más?
No fue hasta 1930 cuando se creó la imagen de Papá Noel tal y como la conocemos hoy en día. La compañía Coca-Cola adquirió los derechos del personaje y comenzó a utilizarlo en sus anuncios publicitarios. Hasta esa fecha no había una asignación concreta al color de la vestimenta del personaje, siendo el verde uno de los más usados, pero ya existían imágenes con el clásico rojo.
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