¿De quién es esta barriga?

En la menopausia, las hormonas bajan, la barriga sube

a woman runs in the park

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Querida lectora,

No sé tú, pero yo, hace unos años, me levanté un día, me miré al espejo y vi algo que no reconocía.
—¿Qué hace ahí esa barriga? —pensé.

¿Te ha pasado? Esa barriguita rebelde a modo de flotador, que aparece sin pedir permiso, se instala en el centro del cuerpo y se ríe en tu cara cuando intentas meterla en unos vaqueros de hace dos veranos.
Al principio pensé que era culpa del queso, del pan, o del vino del viernes. Pero no. La verdadera culpable era ella: la temida menopausia, acompañada como siempre por la bajada de nuestras preciadas hormonas: los estrógenos.
Sí, la redistribución de la grasa corporal en la menopausia es real. Lo que antes se iba a caderas y glúteos, ahora se acumula estratégicamente en el abdomen, en forma de barriga cervecera. Y lo más desconcertante es que muchas mujeres sienten que de repente comparten silueta con sus maridos. ¡Pero sin haber probado una sola cerveza!
Lo cierto es que el aumento de peso en esta etapa es uno de los síntomas que más incomoda y desmoraliza a muchas mujeres. Porque no se trata solo de estética, sino de sentirse bien en el propio cuerpo. Y ahí es donde empieza la revolución.

¿Por qué engordamos sobre todo en la barriga?

Durante la menopausia, nuestro cuerpo atraviesa una especie de reorganización interna. Los niveles de estrógenos bajan, en especial el estradiol, que es la hormona reina fabricada por los ovarios. Esta caída hormonal no solo trae sofocos, insomnio y cambios de humor: también afecta directamente a cómo y dónde almacenamos la grasa.

Antes, la grasa prefería instalarse en muslos y caderas. Pero cuando el estradiol desaparece, el cuerpo entra en «modo emergencia» y empieza a acumular grasa en la zona abdominal. ¿Por qué? Porque el tejido graso comienza a fabricar un tipo de estrógeno llamado estrona, que es más débil que el estradiol, pero es mejor que nada.

El cuerpo intenta fabricar sus propios estrógenos en la grasa abdominal, a ver si puede compensar el bajón hormonal. ¿Resultado? Una barriga inesperada, incómoda y que nunca habías tenido.

Este cambio tiene nombre y apellidos: redistribución de la grasa corporal. Y lo peor es que muchas veces no va acompañado de un aumento real en la cantidad de comida que ingerimos. Comes igual o incluso menos, pero engordas más. Y ahí empieza la desesperación.

Las «celebrities» y el boom de la semaglutida

Y justo cuando tú estás en plena crisis con tu nueva barriga no solicitada, abres Instagram y ves a todas esas celebrities posando divinas, delgadísimas, con una piel luminosa y una cintura de avispa.

Y te preguntas: ¿cómo lo hacen?

Pues muchas veces lo hacen… pinchándose.

Sí, ha llegado a nuestras vidas la famosa semaglutida, el medicamento que está revolucionando el mundo de la estética y la pérdida de peso. Se diseñó originalmente para personas con diabetes tipo 2, pero al ver sus efectos en la pérdida de peso, se empezó a recetar también para casos de obesidad o sobrepeso con factores de riesgo.

¿Y qué hace exactamente?

La semaglutida actúa sobre los receptores del GLP-1, una hormona que regula el apetito y la saciedad. Básicamente, te quita el hambre, retrasa el vaciado del estómago y hace que te sientas llena mucho antes. La comida que antes te habrías comido hasta el final, ahora se te hace bola a la mitad.
Y claro, si comes menos, pierdes peso.

Suena bien, ¿no?

Por eso no solo las celebrities, sino también muchas mujeres «de a pie», están recurriendo a este fármaco como la solución a sus kilos de más. Pero ojo: muchas veces no se trata de personas con obesidad o problemas de salud, sino de quienes han cogido dos kilos el fin de semana y quieren quitárselos sin pasar por el gimnasio ni dejar el pan.

¿Es útil la semaglutida? Sí, pero no es para todas

Este medicamento puede ser una herramienta válida para mujeres que realmente tienen un sobrepeso importante, con resistencia a la insulina, problemas metabólicos, cardiovasculares y que han intentado perder peso con métodos convencionales sin éxito.

En esos casos, siempre con seguimiento médico, puede suponer una mejora de su salud y calidad de vida.

Pero si tú no tienes obesidad, tu IMC (índice de masa corporal) está por debajo de 27, no tienes otros factores de riesgo asociados, si solo quieres entrar en el vestido de la próxima boda que te han invitado, te da pereza caminar 30 minutos al día, la semaglutida no es para ti.

Porque aunque te haga adelgazar, esto es lo que no hace:

  • No enseña a tu cuerpo a moverse mejor, a digerir mejor, ni a descansar mejor.
  • No educa tu paladar, ni calma tu ansiedad, ni te enseña a cuidar tu microbiota.
  • No calma tu hambre emocional.

Y cuando dejes el tratamiento, si no has cambiado tus hábitos, todo vuelve.

La barriga incluida.

Menos plato, más zapato

Querida lectora, las hormonas cambian, sí. El cuerpo cambia, también. Pero eso no significa que estemos condenadas a engordar o a sentirnos incómodas en nuestra piel.

Hay opciones. Desde la alimentación antiinflamatoria, el cuidado intestinal, el ejercicio adaptado y los suplementos bien elegidos, hasta —en casos concretos— fármacos como la semaglutida.

Pero lo importante es no saltarse lo esencial:

F Ejercicio diario
F Menos dieta de moda y más constancia.
F Menos culpa y más información.

Así que si un día te levantas y no reconoces tu barriga… respira. No estás sola.

Y recuerda: esa barriga no te define.

Tú decides qué hacer con ella.

Te escribo pronto, con más consejos, para hacer de la menopausia una etapa de renacimiento y no de resignación y ya sabes si me necesitas, escríbeme a hola@mariajulve.com

¡Cuidando de Ti, de dentro hacia fuera!