Todo tiene un precio y parece que el progreso sin mesura puede costarnos la habitabilidad planetaria. La Isla ha vivido este verano la ola de calor más prolongada desde que existen registros; se ha extendido durante doce días y, de forma puntual, se han superado los cuarenta grados. Las olas de calor no solo provocan una incómoda sensación de bochorno que mina nuestro bienestar, sino que son la antesala de diversas situaciones adversas. El meteorólogo Mario Picazo ha publicado en su cuenta de Twitter un desalentador vaticinio para el final del verano.
«Mediterráneo a 30 grados es igual a fábrica de vapor de agua, que es igual a calor y bochorno extremo este verano, lo que desencadena en lluvias torrenciales en la recta final del verano e inicio de otoño, que acaban en inundaciones e impacto en especies marinas. Cierto que un mar cálido por si solo no fabrica tormentas severas, eso se da por hecho, pero sí lo hace la dinámica atmosférica de frecuentes DANAS e incursiones de aire frío que vivimos con mayor frecuencia desde la pasada década, y no solo en otoño», escribió Picazo en su cuenta de Twitter. A los pocos minutos la publicación se llenó de comentarios; unos negaban el cambio climático, otros se preparaban para la catástrofe, y algunos cuestionaban la hipótesis de Picazo, como el meteorólogo de la AEMET Rubén del Campo.
«El Mediterráneo está muy cálido y se está diciendo que ello puede desembocar en lluvias torrenciales en septiembre. Sin embargo, por muy caliente que esté el mar, si no se dan las condiciones atmosféricas adecuadas, no caerá una gota», escribió del Campo, a lo que adjuntó un texto de 2018. «En contra de la creencia popular, una temperatura anómalamente alta no tiene por qué desembocar necesariamente en episodios de lluvias torrenciales. De Hecho, según José Ángel Núñez Mora, jefe de la Sección de Climatología de la Delegación Territorial de la AEMET en la Comunitat Valenciana, el Mediterráneo alcanzó temperaturas cercanas a los 30 grados a comienzos de agosto de 2017 y el otoño de ese mismo año fue extremadamente seco en la Comunitat Valenciana. Esta situación es un esquema que se repite con frecuencia».
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