El magistrado de la sala Segunda del Tribunal Supremo Andrés Martínez Arrieta ha explicado a este respecto que «en los últimos años hemos observado un importante incremento de los delitos sexuales y en concreto los cometidos contra menores», hasta el punto de que estos recursos alcanzan la quinta parte de los casos penales estudiados por el alto tribunal.
La causa de este aumento queda para los profesionales de las ciencias sociales, ha añadido el magistrado, «pero sería importante acometer medidas preventivas, como se ha realizado en otros tipos delictivos con buenos resultados».
En este sentido, el Supremo no apunta tanto a carencias en la legislación actual o en los medios procesales contra estos delitos -el 90% de los recursos que ha estudiado el alto tribunal terminaron en condenas- sino a una mejor acción preventiva de la sociedad.
El mismo informe apunta que el autor tipo de los abusos sexuales sobre menores es un hombre mayor de edad, de cualquier extracción social y nivel cultural, que se aprovecha de una familiar suya desde los 11 años de ésta y con frecuencia durante años, silenciándola mediante amenazas y presiones ante la ignorancia de los padres.
Éstos y otros patrones son habituales en las sentencias vinculadas a los abusos sexuales que ha fallado el alto tribunal en los últimos años.
«En la mayor parte de las sentencias condenatorias el agresor está en el círculo más cercano de la víctima», dice el informe, que añade que «en muchas de casos puede figurar en el álbum familiar o en una foto del salón junto a la víctima».
El mismo estudio apunta las frases «si lo cuentas, no te van a creer» o «si lo cuentas me iré de casa y la familia sufrirá por tu culpa» como las típicas en labios del abusador, compañero de la madre de la víctima, tío o cuñado de ésta.
En otros casos también habituales, los abusadores son amigos de los padres de la víctima y por tanto frecuentan el domicilio familiar.
Además, suele compartir el mismo techo con la menor, puesto que con frecuencia los abusos «se producen en pisos compartidos por varias familias».
De este modo, «este tipo de abusos se suele reiterar durante años, por el miedo del menor a denunciar lo que le está ocurriendo», dice también el informe.
Una sentencia del pasado mes de octubre, de la que fue ponente el magistrado Miguel Colmenero, apunta que «la experiencia pone de manifiesto que en numerosas ocasiones los abusos o agresiones sexuales a menores de edad se mantienen en el tiempo, a veces durante largos periodos».
«Solo son denunciados cuando, ya mayores de edad, han conseguido oponerse y hacerlas cesar y además han adquirido la suficiente fortaleza mental para contarlo a otras personas y enfrentarse a lo sucedido con todas sus consecuencias», añade la misma sentencia.
Aquella sentencia confirmaba la condena de 14 años y seis meses de prisión por un delito continuado de agresión sexual a un hombre mayor de edad que durante 8 años, residiendo en la casa de sus suegros, estuvo abusando de su cuñada de 11 años de edad: la niña calló durante todo ese tiempo, hasta que fue mayor de edad y confesó los abusos a una amiga suya.
Otra de las conclusiones del informe apunta que los autores aprovechan la marcha de los padres a trabajar, o el momento de recoger del colegio a la menor y también que «no son pocos los casos en que tras el abuso, la víctima recibe una compensación o regalo que viene a reforzar su silencio», a veces un móvil que usa para controlarla.
Todas las sentencias recogen las perniciosas consecuencias psicológicas que generan los episodios de abusos sexuales en los niños.
Así, señalan depresión, ansiedad, bajo rendimiento escolar, pérdida de autoestima, irascibilidad, hipersensibilidad, incapacidad para olvidar lo vivido, bloqueo emocional, confusión entre la sexualidad y la afectividad, miedo a la figura masculina y en muchos casos alteración del desarrollo de la sexualidad.
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