Gendrot trabajó con 32 policías en una brigada de la comisaria del distrito 19 de París y explica que «cinco o seis tenían comportamientos racistas y violentos, y las violencias policiales que cuento en el libro son siempre cometidas por los mismos agentes y respecto a la violencia policial son estos pocos policías los que constituyen el problema», ha dicho.
El periodista, que ha participado esta semana en el festival BCNegra, reclama que «la policía debe limpiar sus filas y sancionar, condenar o destituir con mayor frecuencia a esos agentes con comportamientos problemáticos», y explica que decidió escribir sobre la Policía, un tema «divisivo y explosivo» en Francia, porque le interesaba contar «lo que nunca se ve y esto solo se podía hacer con un viaje clandestino a una comisaria».
La infiltración es un método muchas veces utilizado por el periodismo con ilustres ejemplos que Gendrot tuvo presentes como el alemán Günter Wallraff, los franceses Florence Aubenas, Nelly Bly, Albert Londres, Arthur Frayer o John Howard Griffin.
Así, hizo un curso de tres meses, una formación abierta a todos los menores de 30 años tras el cual se permite llevar arma reglamentaria y vestir el uniforme; y después de obtener el título de policía auxiliar y pasar 15 meses destinado en un hospital psiquiátrico, comenzó a trabajar en la comisaría del distrito 19, una de las zonas más conflictivas de París.
El periodista revela también en Poli las precarias condiciones en las que trabajan las fuerzas de seguridad, el suicidio de un compañero, el racismo de algunos agentes, los errores que cometen, la violencia con los presos y los inmigrantes, los encubrimientos entre policías o la escasa atención a los casos de violencia machista.
«La comisaría del distrito 19 fue construida hace 20 años, hay filtraciones de agua con regularidad, luces de neón que no se reparan, inodoros que quedan atascados, los vehículos policiales a menudo se averían, el equipo policial no es de buena calidad, por lo que los policías lo compran con su propio dinero». Y añade: «Ser policía sigue siendo una profesión en la que se agita la miseria humana y social, tienes que encontrar soluciones a problemas inextricables, y agregar a eso el hecho de que parte de la población te odia».
La publicación del libro en Francia no ha tenido consecuencia alguna y, como apunta Gendrot, la policía en Francia no se ha reformado desde sus inicios durante la Segunda Guerra Mundial, y «la negación de la realidad por parte de los sindicatos policiales o del Ministro del Interior no permite, por el momento, que las cosas evolucionen».
Francia también tiene casos como el de George Floyd, víctimas de la violencia policial como Adama Traeré, muerto bajo custodia policial en 2016, o Cédric Chouviat, de 42 años, que murió en enero de 2020 de un ataque cardíaco presuntamente causado por la asfixia que sufrió cuando fue arrestado por la policía de París.
Gendrot diagnostica que «lo que falla es la formación de los agentes de policía, no es suficiente, en particular en el tema de la violencia machista», y advierte de que la institución está tan desprestigiada que le cuesta reclutar agentes, por lo que a menudo ingresan «malos agentes» y para combatir esta tendencia son necesarias «reformas y valentía política para remediarlo».
Enviar policías a las calles después de solo tres meses de entrenamiento en una academia de policía, sin realmente tomarse el tiempo para prepararlos adecuadamente para las dificultades de la profesión, es «una total irresponsabilidad», denuncia.
El periodista francés recuerda de igual forma que desde los ataques terroristas de 2015 y 2016, que sacudieron a Francia, la decisión política ha sido enviar más policías sobre el terreno. Un entrenador de la escuela explicaba que "para tranquilizar a la abuela, había que enviar azul" (en referencia al color del uniforme), por lo que «prevalece la cantidad de agentes en las calles en detrimento de la calidad de su formación».
El periodista asegura no temer por su vida y, de hecho no recibió ninguna amenaza: «Los policías me insultaron en las redes sociales pero eso fue todo. No temo por mi vida, sé que la Policía es lo suficientemente inteligente como para entender que contar los dos grandes tabúes de la policía en Francia, el malestar policial y la violencia policial, es saludable para todos, también para ellos».
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