El PT, la fuerza que ha definido la política brasileña durante gran parte de las últimas dos décadas, sigue siendo dirigido -- ahora desde la cárcel-- por su fundador de 73 años, Luiz Inacio Lula Da Silva, pero la organización se ve amenazada por las divisiones internas y concentra su fuerza en una región que está muy lejos del centro del poder económico del país.
El daño va más allá de la derrota electoral que sufrió el candidato Fernando Haddad, quien perdió por un margen de 10 puntos porcentuales en las elecciones del fin de semana.
Para millones de brasileños, el PT se ha convertido en sinónimo de corrupción y mala gestión. Durante los mandatos del partido en los últimos años estalló el mayor escándalo de sobornos en la historia de la nación, se produjo la peor recesión económica desde la Gran Depresión y la delincuencia en las calles subió a niveles alarmantes.
La reacción ha sido severa. El expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, a quien Barack Obama llego a calificar como el político más popular del planeta, cumple una condena de 12 años por corrupción y blanqueo de capitales.
Su sucesora, Dilma Rousseff, quien fue designada por el propio exlíder sindical, se vio forzada a abandonar el poder por acusaciones de violar leyes presupuestarias.
El enfado se tradujo en un apoyo a Bolsonaro, que logró un número considerable de votos entre trabajadores de bajos ingresos, afrobrasileños y estudiantes universitarios que durante mucho tiempo fueron los principales partidarios del PT.
El polémico líder aprovechó esta indignación y prometió mano dura con la delincuencia, ya sea en las calles o en los pasillos del Congreso.
De hecho, incluso votantes a los que inquietaba el discurso de Bolsonaro, que instó a la Policía a disparar a matar y se ha comprometido a encarcelar o expulsar a sus enemigos políticos del país, lo eligieron como fórmula para evitar que el PT regresara al poder.
El icono del hip-hop brasileño Mano Brown criticó a los líderes del partido por perder el contacto con los votantes en un concierto del PT en Río de Janeiro, unos días antes de la derrota de Haddad.
«No hay motivo alguno para la celebración», dijo Brown a los asistentes, entre el que se encontraban el propio Haddad y los músicos Caetano Veloso y Chico Buarque. «Si no puedes hablar el idioma de la gente, vas a sufrir una derrota dura».
PROYECTO DE PODER
La corrupción en la política brasileña existía mucho antes de que se formara el PT en 1980 para unir a trabajadores sindicales, artistas e intelectuales con el fin de contribuir al fin de la dictadura que gobernó el país entre 1964 y 1985.
Y todos los grandes partidos políticos de Brasil, no solo el PT, están implicados en la investigación de la Operación Lava Jato, que llevó a la cárcel a Lula.
Los leales al PT dicen que Lula y Rousseff fueron víctimas de un «golpe de Estado» de derecha con el que se pretendía desacreditar a sus líderes y deshacer programas sociales que sacaron a millones de personas de la pobreza y dieron a las minorías un lugar en la mesa en la que se toman las decisiones.
Pero también hay incondicionales del PT que admiten que su paso de la oposición al Gobierno hizo que perdiera el contacto con sus raíces."Gradualmente, el PT cambió su proyecto para Brasil a favor de un proyecto de poder», ha explicado Carlos Alberto Libanio Christo, un sacerdote católico y miembro fundador del PT, conocido en Brasil como Frei Betto.
«El partido desapareció del campo y de los barrios pobres del extrarradio», sostiene Frei Betto, quien pasó cuatro años en prisión durante la dictadura.
Otro desafío es la presencia omnipresente de Lula, quien aún mueve los hilos desde la cárcel. El expresidente, a quien se le impidió presentarse como candidato debido a sus condenas por delitos graves, respaldó como sustituto al exalcalde de Sao Paulo Haddad, una decisión que, a la luz de los resultados, fue un fracaso estrepitoso.
Los leales a Lula siguen apoyando a Haddad a pesar de su rotunda derrota. «Haddad salió de esta elección como un gran líder», ha dicho Washington Quaquá, dirigente del PT en el estado de Río de Janeiro. «Emergió con la estatura necesaria para ser nuestro líder a nivel nacional».
Pero una facción militante del PT está presionando para elegir a un líder más agresivo. Algunos se quejan de que Haddad, un educado catedrático de ciencias políticas de la elitista Universidad de Sao Paulo, no es lo suficientemente duro como enfrentarse a Bolsonaro.
Gleisi Hoffman, la actual presidenta del PT, se resistió a que Haddad fuera el candidato para la elección nacional hasta que Lula la llamó al orden, según miembros del partido conocedores del debate interno.
Pero, pese a todo, la situación no es del todo desalentadora para el PT ya que fue el que más escaños obtuvo en la cámara baja. También se quedó con la victoria en cuatro estados, más que cualquier otro partido, aunque todos se concentraron en el pobre noreste de Brasil, su bastión tradicional.
Después de que se disipe el efecto victoria de Bolsonaro, el PT se unificará y asumirá su papel de líder de la resistencia, con Haddad al mando, cree Alberto Almeida, fundador de Brasilis, una firma de análisis político y social en Sao Paulo.
«Después de todo, sumó 45 millones de votos», sostuvo Almeida, quien considera que la misión del PT será enfrentarse al mayor desafío desde el regreso a la democracia hace tres décadas: combatir a un «líder de extrema derecha».
«De esa manera, el papel del PT es similar al que los demócratas en Estados Unidos tienen con (Donald) Trump», ha remarcado.
Eso mismo dijo Haddad en su discurso tras la derrota electoral, en el que lanzó un grito de guerra para vencer el desaliento en el partido. «Todos los que estamos aquí, que hemos contribuido a construir una de las democracias más grandes del mundo, debemos mantenerla frente a las provocaciones y amenazas», sostuvo. «Tengan coraje. La clave de la vida es el coraje».
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