El balance anterior, anunciada el lunes, cifraba las víctimas mortales en más de 1.200, si bien las autoridades indonesias advirtieron de que podía seguir aumentando debido al elevado número de desaparecidos y heridos y al difícil acceso a algunas zonas afectadas.
El portavoz de la BNPB, Sutopo Purwo Nugroho, anunció a última hora del martes que los rescatistas habían empezado a llegar a los distritos más aislados, que suman una población de 1,4 millones de personas. «En estos momentos estamos en una carrera contra el tiempo», señaló.
Entretanto, las personas fallecidas han comenzado a ser enterradas en fosas comunes, previa identificación de las mismas, para evitar la propagación de enfermedades entre los supervivientes. Hasta ahora se ha dado sepultura a 519 cadáveres, de acuerdo con la BNPB.
Tras una nueva reunión de urgencia, el Gobierno ha señalado como sus prioridades la búsqueda y el rescate de los desaparecidos, la evacuación de los lugares vulnerables, la atención a los damnificados y la reconstrucción de la infraestructura básica.
El presidente, Joko Widodo, ha realizado este mismo miércoles su segunda visita a Palu, una de las zonas más afectadas. Desde las ruinas del Hotel Roa Roa, donde han muerto unas 30 personas, ha pedido a los equipos de emergencia que agilicen los trabajos lo máximo posible.
Widodo, que no ha solicitado ayuda internacional pero ha aclarado que tampoco la rechazará, ha destacado que ya han empezado a llegar la maquinaria pesada y el combustible necesarios para las labores de búsqueda y rescate y la retirada de escombros.
Interrogado sobre cuándo se restablecerá el suministro eléctrico, ha contestado que «está en proceso». «Le he pedido al gobernador que abra centros económicos para que la gente pueda volver a sus actividades diarias mientras la evacuación, la rehabilitación y la reconstrucción continúan», ha dicho en declaraciones recogidas por Reuters.
UN GOBIERNO DESAPARECIDO
La situación sobre el terreno es desoladora. Los terremotos derribaron casas, hoteles y centros comerciales y las olas de seis metros que los siguieron arrasaron la costa. En un solo barrio, unos 1.700 inmuebles se han venido abajo y se teme que cientos de personas hayan muerto.
Lian Gigali, un cooperante, ha contado a Reuters que las condiciones en el distrito de Donggala, incluido en la zona cero, no hacen más que empeorar. «Aquí todo el mundo está desesperado por conseguir agua y comida. No hay agua, comida o gasolina. El Gobierno está desaparecido», ha descrito.
La organización humanitaria para la que trabaja ha llevado raciones de comida para unas 300.000 personas en varios viajes en moto. La BNPB calcula que hay unos 60.000 desplazados a la espera de recibir tiendas de campaña, agua y comida, entre otros insumos básicos.
Los problemas para proporcionar ayuda de emergencia han llevado al Gobierno a hacer un llamamiento a los damnificados para que cojan lo que necesiten de las tiendas, prometiendo a los comercios que las pérdidas les serán reembolsadas, lo que ha dado lugar a saqueos.
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