«El futuro de Myanmar (Birmania) debe ser la paz, una paz basada en el respeto de la dignidad y de los derechos de cada miembro de la sociedad, en el respeto por cada grupo étnico y su identidad, en el respeto por el estado de derecho y un orden democrático que permita a cada individuo y a cada grupo _sin excluir a nadie_ ofrecer su contribución legítima al bien común», ha destacado Francisco.
El Pontífice, que tuvo este lunes un encuentro en Rangún con el jefe del Ejército birmano, el general Min Aung Hlaing, considerado como el verdadero instigador de las represiones contra la minoría musulmana rohingya, se ha trasladado este martes en avión a Naipyidó para reunirse con las autoridades en el palacio presidencial.
En presencia el presidente birmano, Htin Kyaw, y con la premio Nobel de la paz Aung San Suu Kyi, que ejerce de ministra de Asuntos Exteriores y consejera de Estado, ha destacado que «las diferencias religiosas no deben ser una fuente de división y desconfianza, sino más bien un impulso para la unidad, el perdón, la tolerancia y una sabia construcción de la nación».
Si bien en su discurso no ha pronunciado la palabra rohingyá, siguiendo el consejo del cardenal birmano de Yangon, Charles Maung Bo, quien le había advertido de las consecuencias diplomáticas que podrían desencadenarse haciéndolo, Francisco ha instado a las diversas tradiciones religiosas de este país a «trabajar juntos en favor de la paz, para ayudar a los pobres y educar en los auténticos valores humanos y religiosos».
Se trata de un momento delicado, cuando se está produciendo la salida de la minoría musulmana rohingyá hacia el país vecino por la persecución del Ejército de Birmania. Desde el pasado 25 de agosto, cuando comenzó la última ola de violencia, más de 600.000 rohingyas han huido del estado birmano de Rajine a Bangladesh, de los que solo a 32.000 tienen estatuto de refugiados.
El Papa ha reivindicado una vez más la «cultura del encuentro y la solidaridad» y ha destacado el papel de las religiones como un instrumento «importante en la cicatrización de heridas emocionales, espirituales y psicológicas de todos los que han sufrido en estos años de conflicto».
«Inspirándose en esos valores profundamente arraigados, pueden contribuir también a erradicar las causas del conflicto, a construir puentes de diálogo, a buscar la justicia y ser una voz profética en favor de los que sufren», ha añadido. REUNIONES CON AUNG SAN SUU KYI Y HTIN KYAW
Antes de pronunciar su discurso, el Papa se ha reunido durante 45 minutos con la líder birmana Aung San Suu Kyi en el palacio presidencial. San Suu Kyi, distinguida en el año 1991 con el Premio Nobel de la Paz, ha destacado del Pontífice «su comprensión de la necesidad de paz, reconciliación nacional y armonía social» de Birmania. «Su presencia da esperanza y nos hace fuertes», ha recalcado.
Asimismo, ha explicado que los problemas de su país «son muchos y exigen fortaleza, paciencia y valor». Se trata de la segunda entrevista este año del papa con Suu Kyi, a quien recibió en el Vaticano en mayo pasado. En esa ocasión, la Santa Sede y Birmania anunciaron la instauración de relaciones diplomáticas plenas, lo que ha dado lugar a que un Nuncio apostólico, embajador del Vaticano, se instale en el país.
El Papa también ha mantenido una reunión bilateral con el presidente de Birmania, Htin Kyaw, y ha firmado en el Libro de Honor de autoridades y jefes de Estado: «Sobre todas las personas amadas de Myanmar (Birmania), invoco las bendiciones divinas de justicia, paz y unidad», ha escrito.
El Papa ha regalado al líder birmano una reproducción de un códice conservado en la Biblioteca Apostólica Vaticana y un manuscrito en papel en formato «acordeón» constituido por 82 pliegues en el que se narra en lengua birmana la vida de Buda en 7 episodios.
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