Entre los preferidos para ocupar su silla están Iyad al Obaidi, de unos 50 años, que ha ejercido como 'ministro de guerra', y Ayad al Jumaili, de unos 40, que ha servido al frente de la agencia de seguridad de la organización terrorista, Amniya.
Los dos se sumaron a la insurgencia salafista en Irak en 2003 tras la invasión estadounidense que derrocó a Sadam Husein y empoderó a la mayoría chií y están en el círculo de confianza de Al Baghdadi desde el año pasado, cuando varios altos cargos del Estado Islámico murieron en bombardeos en Siria.
«Jumaili reconoce a Obaidi como su superior pero no hay un sucesor claro y, dependiendo de las condiciones, puede ser cualquiera de los dos», ha indicado Hisham al Hashimi, un experto que asesora a varios gobiernos de Oriente Próximo sobre Estado Islámico.
En cualquier caso, ninguno de los dos asumiría el título de 'califa' que se impuso Al Baghdadi reivindicándose así como descendiente del profeta Mahoma. «Ellos no pertenecen a ese linaje y (...) no son expertos en teología islámica», ha indicado Hashimi.
También influiría en esta decisión el hecho de que el 'califato' que Al Baghdadi proclamó en 2014 en partes de Siria e Irak se ha reducido hasta su práctica desaparición. Mosul, la 'capital' iraquí, está a punto de caer y Raqa, su principal bastión, es objeto de una ofensiva para su reconquista.
«Un califa debe tener un Ardh al Tamkeen (un territorio) que gobernar conforme a la ley islámica. Si no lo tiene, el sucesor solamente será reconocido como emir», término similar al de príncipe que los yihadistas suelen usar para referirse a sus líderes, ha explicado Hashimi.
El elegido como heredero de Al Baghdadi tendrá que contar con la aprobación de los ocho miembros que forman el Consejo de la Shura, un órgano consultivo del califa. Sin embargo, no se reunirían físicamente por razones de seguridad, de modo que votarían a través de emisarios.
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