Las muestras de dolor y solidaridad con las familias de las víctimas se han sucedido durante todo el sábado. | Agencias

Francia trata de asumir este sábado el dolor por los atentados que ha reivindicado el grupo yihadista Estado Islámico (EI) en las inmediaciones del Estadio de Francia y en un barrio de moda en la noche parisina, muy frecuentado por los jóvenes. Las últimas cifras oficiales confirmaban 129 personas fallecidas y 352 heridas, entre las que hay 99 en estado crítico.

Las autoridades francesas han confirmado que entre los fallecidos se encontraba un español, Juan Alberto González Garrido, de 29 años. Además, otro español se encontraba entre los heridos del ataque a la sala Bataclan de París.

Los hechos han ocurrido a pocas manzanas de la sede de la revista Charlie Hebdo, atacada el pasado enero. A diferencia del atentado contra ese semanario satírico, centrado en periodistas que habían publicado caricaturas de Mahoma, esta nueva masacre ha tenido como objetivo a la población en general y, dado el momento -un viernes noche- y el lugar -algunas de las zonas más de moda para salir o escuchar música- escogidos, a la juventud parisina en particular.

Los distritos X y XI de París, favoritos entre los jóvenes por sus bares de ambiente bohemio y no especialmente caros frente a los de otras zonas como el Barrio Latino o Saint-Germain, han sido los más afectados en la catástrofe. Y especialmente la mítica sala de conciertos Bataclan, situada en un teatro construido en 1864, donde han muerto tiroteadas más de 80 de las 129 personas asesinadas en esta oleada de atentados y que este sábado permanecía protegida por un inmenso perímetro policial, rodeado a su vez de gran cantidad de unidades móviles y periodistas de múltiples nacionalidades y de curiosos y vecinos con gesto adusto.

Tras los atentados, el presidente francés, François Hollande, acusó al «ejército yihadista del Estado Islámico» (EI) de haber perpetrado un «acto de guerra contra Francia» con sus ataques en París y advirtió que su país será «implacable» ante la «barbarie» de Estado Islámico, tanto dentro como fuera de Francia.

Declaraciones

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«Oí tres ráfagas de tiros», indicó Sheherazade, francesa de origen tunecino que se encontraba en su casa, situada junto al cordón policial, cuando comenzó el ataque en la sala. «Los periodistas no tienen que decir que fueron los islamistas, no lo son. Si fueran musulmanes, primero no matarían, y en segundo lugar, matar a inocentes así un viernes... Son terroristas, criminales, en bandas organizadas», declaró, y aseguró que, como musulmana, forma parte de muchos franceses de esa religión que están «totalmente en contra» del EI.

Cerca de uno de los portales de la zona se concentraban velas y ramos de flores con notas en las que se podía leer «Para los ángeles del rock», en referencia a los fallecidos cuando varios de los terroristas abrieron fuego en Bataclan contra los espectadores que habían ido a escuchar al grupo estadounidense Eagles of Death Metal.

Entre los curiosos de pronto irrumpieron los acordes de Imagine, de John Lennon, interpretados por un joven en un piano portátil decorado con el símbolo de la paz que fue muy aplaudido por el público, que alivió así en cierto modo la tensión y la emoción de las últimas horas. «La violencia es inútil», repetía el pianista en inglés.

Para Ángel, un vecino peruano que vive muy cerca del Bataclan, «no hay seguridad prácticamente ahora en París, por muy valientes que queramos ser, es imposible. No tenemos la seguridad ni siquiera de ir a tomar un café a un bar porque cualquiera puede pasar y disparar».

«Tenemos que ser valientes, pero sobre todo hay que volver rápido a casa. Tenemos miedo de ir a las tiendas, desconfiamos de todo el mundo, no sabemos qué nos espera», comentó Teresa, una mujer portuguesa a las puertas del hospital Lariboissière, donde están ingresados una treintena de heridos. Desde su punto de vista estos atentados han ido contra «los jóvenes» y «la libertad»: «No somos libres en Francia», apostilló.

Su postura contrastó la de Sara, una joven francesa que frecuenta con sus amigos los bares de la zona más afectada, «más conocida por los parisinos» que por los turistas. «Es un barrio por el que sale mucho la gente, pero al final es algo que puede ocurrir en cualquier sitio», comentó, al tiempo que consideró que la gente «no dejará de ir por allí ni de hacer su vida normal».

«Aunque durante una semana la gente vaya a estar un poco en su casa y haya algunas tiendas cerradas, al final no vamos a dejar de vivir, de ir a trabajar», dijo, y aseguró que, «si hay enfermos que se pasean con kalashnikovs, nosotros tenemos que demostrar que no nos vamos a detener. La vida va a continuar».