«Se terminó la negociación, se terminaron las campañas (electorales)», escribió Bennet en su perfil de Facebook esta noche.
Por su parte, haciendo gala de su característico humor cínico, Netanyahu comentó en rueda de prensa que estaba «seguro de que nadie se ha sorprendido realmente de que las negociaciones hayan terminado antes del plazo».
El acuerdo de coalición entre ambos establece que la cartera de Justicia, una de las más codiciadas en Israel, vaya a parar a manos de la formación nacionalista religiosa, a pesar de las reticencias mostradas por el primer ministro a lo largo de la jornada.
El gobernante Likud había aceptado por la mañana entregar esa cartera pero cercenando la autoridad del ministro, de forma que no pudiera participar en algunas de las decisiones más cruciales bajo su autoridad, entre ellas el nombramiento de jueces rabínicos, donde podría haber colisionado con los intereses del partido ultraortodoxo sefardí Shas, uno de los integrantes de la coalición.
«Este no un gobierno de derechas, ni de izquierdas ni de centro. Este es un gobierno para todo el pueblo de Israel», apostilló Bennet tratando de disipar los temores de un gobierno demasiado nacionalista o religioso.
Con la incorporación de Hogar Judío, formación que representa al movimiento colonizador, Netanyahu concluye seis semanas de negociaciones políticas en las que ha logrado atraer a su coalición a los partidos ultraortodoxos Judaísmo Unido de la Torá (askenazí), además de a Shas, y al de centro-derecha Kulanu, encabezado por un exlikudista.
El acuerdo esta noche siguió a maratonianas conversaciones tras el anuncio el lunes del ministro de Exteriores, Avigdor Lieberman, presidente de la formación de ultraderecha Israel Beitenu, de no sumarse al nuevo ejecutivo de Netanyahu.
Esa decisión, que cayó como un jarro de agua fría al primer ministro, pues en principio contaba con lograr una holgada mayoría de 67 diputados incluida el partido de Lieberman, le dejó a ocho escaños de la mayoría parlamentaria otorgando a Bennet la llave para la formación del Ejecutivo.
Bennet no dudó en aprovechar la oportunidad y elevó el precio político por su apoyo por encima de lo que el Likud estaba dispuesto a pagar en un principio.
Finalmente, el primer ministro israelí, acorralado, ha tenido que ceder a las demandas de Hogar Judío, que a pesar de haber bajado en los resultados electorales dispondrá de un total de tres ministerios: Educación, Justicia y Agricultura.
Los dos políticos tienen previsto firmar el acuerdo antes de que formalmente concluya a medianoche el plazo para la formación de gobierno.
Han transcurrido 50 días desde que se celebraran las elecciones generales en Israel el pasado 17 de marzo, que se celebraron de forma anticipada a sólo dos años de las anteriores.
Al anunciar su adelanto, Netanyahu adujo que la convocatoria electoral trataba de dotarle de un gobierno estable y más afín en ideología.
La primera de las condiciones no la ha logrado pues la nueva coalición sólo dispondrá de 61 diputados, cifra que los analistas consideran insuficiente para gobernar en un marco político azuzado constantemente por el fraccionamiento.
«Dije en una oportunidad que 61 es una cifra buena. 61 y algo más sería mejor, pero aún nos queda mucho trabajo», reconoció el primer ministro esta noche.
En cuanto a la afinidad política, Netanyahu dispone ciertamente de un gobierno mucho más homogéneo, algo que le costará al erario público israelí unos 8.000 millones de shékels (2.067 millones de dólares o 1.882 millones de euros): cifra que ha destinado a los partidos ultraortodoxos al cerrar unos acuerdos que les devuelven al ejecutivo tras dos años de ausencia.
Después de haber informado esta noche al jefe del Estado, Reuvén Rivlin, que ha alcanzado la mayoría parlamentaria, Netanyahu continúa la negociación con Bennet para cerrar los último flecos del acuerdo de coalición.
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