«Si tuviera la posibilidad de negarme a la amnistía lo habría hecho. No creo que esta amnistía sea un acto humanitario, creo que es una acción propagandística», dijo Aliójina, de 25 años, poco después de abandonar la prisión.
La joven, que habría cumplido al igual que Tolokónnikova la totalidad de la pena en poco más de dos meses, calificó de «profanación» la amnistía aprobada por el Parlamento ruso con motivo del 20 aniversario de la Constitución rusa.
«No lo considero una amnistía, sino una profanación. Estoy indignada porque no salgan en libertad todos los presos políticos condenados por el 'Caso Bolótnaya'», subrayó la integrante de Pussy Riot en alusión a los opositores encarcelados por participar en los disturbios del 6 de mayo de 2012, durante una manifestación contra el Kremlin en el centro de Moscú.
Al mismo tiempo, lamentó no haber podido despedirse de sus compañeras de celda, toda vez que los funcionarios de prisión no la avisaron de que iba a salir en libertad.
«Me sacaron secretamente en un 'Volga' (coche de fabricación rusa), por lo que lamentablemente no pude despedirme de otras internas», se quejó Aliójina en una entrevista a la emisora «Radio de Moscú».
A su vez, Tolokónnikova, que empezó a cumplir condena en la república de Mordóvia y salió hoy de la prisión de la región siberiana de Krasnoyarsk, a miles de kilómetros de su primer penal, aseguró a los periodistas que su liberación es para ella «una carga de responsabilidad» ante la población prisionera de Rusia.
«Todo apenas empieza con mi puesta en libertad, ya que la línea entre la libertad y su falta es muy delgada en Rusia, un Estado autoritario. Pondré todo mi esfuerzo en ayudar a los presos. Ahora estoy unida al sistema penitenciario con lazos de sangre», recalcó Tolokónnikova, que cumplió 24 años hace poco más de un mes.
También Aliójina, madre de un niño de cinco años, adelantó a la prensa que tanto ella como Tolkónnikova se dedicarán de aquí en adelante a la defensa de los derechos humanos.
De hecho, nada más abandonar el Penal Número 2, situado en la región de Nizhni Nóvgorod, a unos 400 kilómetros al este de Moscú, Aliójina se reunió con activistas de la ONG regional Comité contra las Torturas, para tratar las denuncias que ella misma había hecho durante su estancia en el penal.
Y mientras Aliójina apuntaba que planea tomar esta noche un tren hacia Moscú para mañana, quizás, desplazarse a Krasnoyarsk al encuentro de su compañera, Tolokónnikaba reveló que ambas tienen un proyecto común para crear una organización para defender los derechos de la población reclusa.
«Espero que trabajemos juntas y aprovechemos la experiencia de estos dos años. No creo que haya perdido el tiempo. He adquirido una experiencia única. He madurado y he conocido el Estado desde dentro al ver la maquinaria totalitaria», aseveró Tolokónnikova, madre de una niña de cinco años.
La Pussy Riot aseguro no temer a nada ni a nadie: «No sé cómo se puede intimidar a una persona que ha pasado dos años en prisión».
Aliójina, Tolokónnikova y también Yekaterina Samutsevich -está última en libertad condicional desde octubre de 2012 por decisión del Tribunal Municipal de Moscú- fueron condenadas a dos años de cárcel tras escenificar una plegaria «punk» en la catedral de Cristo Salvador de Moscú contra el presidente de Rusia, Vladímir Putin.
Ataviadas con capuchas que les tapaba la cara y en plena campaña electoral para la reelección para un tercer mandato del ahora presidente Vladímir Putin, cinco jóvenes, entre ellas las tres condenadas, entraron en febrero de 2012 en el principal templo ortodoxo ruso para cantar «Madre de Dios, echa a Putin».
Durante el juicio que las llevaría a la cárcel por ofender los sentimientos de los religiosos, las integrantes del grupo declararon que su acción en el templo tenía fines políticos y no estaba dirigida contra los creyentes ortodoxos.
«Habríamos cantado la canción hasta el final. Hay que escucharla entera, no sólo el estribillo», apuntó Aliójina hoy al ser preguntada si se arrepiente de haber actuado en la iglesia.
Figuras de la talla de Paul McCartney, Madonna o Sting, además de organizaciones de derechos humanos y políticos de todo el mundo, se sumaron a la campaña por la liberación de las Pussy Riot.
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