«Hemos trabajado juntos durante largos años. Rusia Unida es mi principal socio y aliado. Una fuerza que está dispuesta a utilizar todo su potencial para construir un país libre, fuerte y floreciente», afirmó Putin durante el congreso federal de RU.
Los casi 700 delegados de RU aprobaron unánimemente la candidatura de Medvédev como es tradición en una formación que ha sido comparada con el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) por su estricta disciplina partidista y su monopolio del poder.
De esta forma, en la nueva bicefalia rusa Putin ostenta la jefatura del Kremlin, lo que incluye la política exterior, la defensa y las fuerzas de seguridad, mientras su delfín presidirá el Gobierno y el partido.
Putin, que lideraba el partido desde 2008, rompió el pasado año amarras con RU al crear el Frente Popular de Toda Rusia, una especie de plataforma patriótica que reúne a sindicatos, organizaciones profesionales, juveniles y de veteranos.
En su discurso de aceptación, Medvédev prometió hoy una revolución democratizadora en Rusia Unida con el fin de regenerar su imagen y, por supuesto, recuperar su tirón electoral, misión imposible, según la oposición.
«Debemos librarnos de aquellos que se desacreditan a sí mismos y al propio partido, y atraer el mayor número de gente nueva, honesta, creativa y con iniciativa», aseguró Medvédev, quien descartó eso sí una «purga» en el seno del partido al estilo estalinista.
Medvédev, quien aprobó recientemente una nueva ley de partidos que simplificó su registro, reconoció que «el factor de hartazgo empieza a jugar en contra» de un partido que fue fundado hace poco más de una década exclusivamente para respaldar la gestión de Putin.
El primer ministro cree que RU no puede limitarse a ser «una máquina electoral», pero también aseguró que una de las prioridades del partido es ganar todas las elecciones en las que participe y conservar la mayoría en los comicios parlamentarios de 2016.
«Nadie puede negar que dentro de cinco años RU estará obligada a lograr la mayoría parlamentaria. Tenemos voluntad y energía, y lo más importante, contamos con la confianza de nuestros ciudadanos. Ganaremos», auguró.
Además, adelantó que durante el congreso federal se aprobaron todas sus propuestas democratizadoras, como la elección por medio de votación directa y secreta de los dirigentes locales y regionales del partido, y limitar sus mandatos a cinco años.
«Ni un cargo en el partido se ejercerá eternamente», advirtió.
El primer ministro también abogó por la futura elección del presidente de la Duma o cámara de diputados, en caso de que RU logre la mayoría constitucional, a través de unas primarias en el seno del partido.
Con todo, el jefe del comité ejecutivo y número dos del partido seguirá siendo Borís Grizlov, expresidente de la Duma, quien fue propuesto hoy por el propio Medvédev sin que hubiera posibilidad de presentar candidaturas alternativas.
Medvédev, quien ingresó esta semana formalmente en el partido, encabezó las listas de RU durante las pasadas elecciones parlamentarias, lo que no evitó que éste perdiera más de doce millones de votos.
RU salió muy mal parada de esos comicios en los que la oposición denunció el fraude oficialista y desde entonces ha protagonizado las mayores protestas antigubernamentales desde la caída de la Unión Soviética.
Medvédev quiere que el partido se apoye en la «gente sencilla» con el fin de mejorar su imagen de plataforma de ascenso social para burócratas corruptos y arribistas que ha cuajado entre la mayoría de la población.
Los analistas consideran que en esta versión 2.0 del rígido sistema instaurado por Putin, el poder político estará en el Kremlin, mientras el Gobierno será un mero instrumento de gestión tecnócrata, cuya supervivencia dependerá de la crisis.
«El poder está donde está Putin. A él no le gusta soltar las riendas, más aún en la actual situación», dijo Alexéi Kudrin, extodopoderoso ministro de Finanzas destituido a finales del pasado año por su oposición al aumento del gasto en defensa.
Medvédev logró esta semana introducir sangre nueva en el Ejecutivo, pero tuvo que mantener en sus puestos a una nueva casta de viceprimer ministros leales al presidente, que serán los que dirijan en realidad el Gobierno, según los analistas.
Mientras, Putin formó una especie de «gobierno en la sombra» en la administración del Kremlin, adonde se llevó a casi la totalidad de los ministros relevados por su fiel escudero, incluidos algunos muy impopulares entre los rusos.
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