A poco más de una semana de que los electores franceses elijan a su presidente, se vislumbra un potencial pacto entre François Hollande y Angela Merkel para impulsar el crecimiento en Europa si el socialista llega al poder en Francia.
Hasta hace poco, el crecimiento de Europa frente al drama de la austeridad había proyectado a Merkel en el papel de una implacable reina de la consolidación fiscal, y a Hollande como un irresponsable gastador que llevaría a Francia nuevamente a los tiempos oscuros de Mitterrand, desafiando a los mercados.
Pero se ha vuelto cada vez más claro desde que Hollande superó al presidente Nicolas Sarkozy en la primera vuelta de las elecciones francesas el pasado domingo, que las diferencias entre el socialista y la canciller alemana pueden ser más una cuestión de estilo que de sustancia.
En Berlín, es evidente un cambio de retórica sutil. Merkel y su comitiva ya no hablan de la necesidad de ahorrar cada vez más y de llevar a cabo recortes para salir de la crisis que viven las economías del sur de Europa, como Grecia y España.
Hollande, por su parte, ha enviado señales tranquilizadoras a Merkel de que no va a intentar reabrir el llamado «pacto fiscal» sobre disciplina presupuestaria.
El primer ministro italiano, Mario Monti, por su parte, había alertado de que todas las medidas de ajuste que se están tomando en la UE no traerán crecimiento por sí solas, por lo que reclamó que se ponga en marcha una verdadera política para fomentar la actividad económica.
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