«Es como si él estuviera aquí», dijo Enzo Arzellino, quien viajó toda la noche en autobús desde el sur de Italia con su congregación para asistir a la beatificación el domingo.
El sábado, grupos de peregrinos, muchos procedentes de Polonia, país natal del Papa, se agolparon en la Plaza de San Pedro portando banderas nacionales y cantando canciones.
«Para la gente él es realmente un santo. Esto es un paso más para el reconocimiento oficial de la Iglesia», dijo Arzellino.
La Plaza de San Pedro, donde tendrá lugar la beatificación, fue adornada con retratos del pontífice y con 27 estandartes con fotos que reflejan eventos de cada año de su pontificado.
Roma ha quedado envuelta en la fiebre de la beatificación. La ciudad está decorada con posters del Papa en autobuses, taxis y farolas, ya que espera una de las mayores aglomeraciones desde su funeral en el 2005, cuando acudieron millones de personas.
El cardenal Stanislaw Dziwisz, quien fue durante décadas el secretario personal del Papa, dijo que estaba emocionado por el número de jóvenes que estaban ya agolpados en la plaza, 24 horas antes de la beatificación.
«Qué maravilloso. Mira, igual que vinieron el día de su muerte, esta vez ellos vienen para disfrutar de su ascenso. El deja de estar en la tumba. La tumba se ha quedado vacía porque él está aquí de nuevo», dijo Dziwisz a Reuters en una entrevista en la plaza.
Féretro exhumado
El féretro del Papa Juan Pablo fue exhumado el viernes de la cripta situada debajo de la Basílica de San Pedro y será colocado enfrente del altar principal. Después de la masiva beatificación del sábado, permanecerá allí y la basílica estará abierta hasta que todos los visitantes que quieran verlo lo hayan hecho.
Entonces será trasladado a una nueva cripta bajo el altar de una capilla cercana a la estatua de la Piedad de Miguel Angel. La lápida que cubre el lugar donde fue enterrado la primera vez será enviada a Polonia.
Varios centenares de miles de personas están esperando, agolpados en la Plaza de San Pedro, al domingo, cuando el sucesor de Juan Pablo II, Benedicto XVI, pronunciará en latín las palabras que declararan «beato» a uno de los papas más populares de la historia.
Una de las que tendrán el honor de estar sentadas en la plaza es la hermana Marie Simón-Pierre Normand, una monja francesa que sufría la enfermedad de Párkinson, la misma dolencia que afectó al Papa en sus últimos 12 años de vida.
El Vaticano atribuye la curación de Normand, de otro modo inexplicable, a la intercesión de Juan Pablo II después de que ella y sus compañeras rezaran al difunto. Ese milagro, según la Iglesia, permite que se lleve a cabo la beatificación.
Para ser declarado santo, tendrá que atribuírsele otro milagro.
Alrededor de 90 delegaciones oficiales de todo el mundo, incluidos miembros de las cinco familias reales europeas y 16 jefes de Estado, asistirán a la beatificación. Por España estarán representados los Príncipes de Asturias.
Otro de los invitados es el presidente de Zimbabue, Robert Mugabe, quien ha sido duramente criticado por vulnerar los derechos humanos en su país. Mugabe tiene prohibida la entrada en la Unión Europea, pero el Vaticano -un Estado soberano- no es miembro de ese bloque.
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Visitar Roma siempre vale una misa, incluso sin beatificación.