Un 35 por ciento de las seis provincias centrales de Vietnam están «contaminadas» por explosivos sin detonar procedentes de bombas de racimo lanzadas por los aviones estadounidenses durante la guerra, muchos de los cuales terminan estallando en el momento en el que alguna de las miles de personas que viven de la chatarra los activan involuntariamente, según un informe estatal recogido por Naciones Unidas.

La situación es especialmente deplorable en Quang Tri y Quang Binh, a ambos lados de la antigua zona desmilitarizada que dividía Vietnam del Norte y del Sur. Un 28% de las víctimas de los explosivos falleció mientras trabajaban en el campo, pero un 34% de los fallecidos estaba buscando chatarra para sobrevivir a la tremenda pobreza.

Pobreza

Un 12% de la población vive por debajo del límite rural de pobreza: menos de 11 dólares al mes, frente al límite de 14 dólares por persona que fija el nivel de pobreza en las zonas urbanas.

Miles de vietnamitas siguen ganándose la vida o consiguiendo un dinero extra al emplear sus detectores de metal para localizar las bombas que todavía no han estallado. Algunos de estos chatarreros intentan incluso desactivar las bombas ellos mismos, a veces con trágicas consecuencias.

Las minas pueden ser desactivadas por profesionales entrenados, pero la munición de racimo contiene metales de enorme valor que son imposibles de inutilizar.

La crisis financiera no ha hecho más que empeorar las cosas, según las ONG. «La chatarra aporta un ingreso decente e inmediato sin necesidad de calificaciones o inversiones previas de por medio», explica uno de los responsables de la ONG para la atención de víctimas.

Al mismo tiempo, la ralentización económica está restringiendo los presupuestos anuales de las ONG encargadas de desminar Vietnam.
Sólo el año pasado, dos importantes donantes anunciaron que ya no podían seguir ayudando económicamente.