Hoy en día parece que nos cuesta mantenernos fieles a una causa, una persona o una empresa durante mucho tiempo. Esto se refleja tanto en las relaciones personales como en el mundo laboral, donde empresas y personas trabajadoras muestran menos disposición a mantener vínculos duraderos. ¿Qué ha cambiado? ¿Por qué parece que la «fidelidad» está en crisis? En el ámbito laboral, parte de la respuesta está en lo que se conoce como «contrato psicológico». Este «contrato» no es un documento formal, sino un acuerdo implícito entre la persona trabajadora y la empresa que incluye las expectativas mutuas sobre lo que cada parte espera recibir, desde oportunidades de crecimiento y estabilidad, hasta esfuerzo y dedicación.
En el pasado, las empresas ofrecían estabilidad laboral y desarrollo profesional a cambio de compromiso a largo plazo. Sin embargo, con la globalización y la digitalización, han adoptado prácticas laborales más flexibles enfocadas en beneficios a corto plazo, generando incertidumbre entre el personal y debilitando su compromiso. A su vez, las expectativas de las personas trabajadoras también han cambiado. Ya no es habitual imaginar que nuestra primera empresa será también la última, o que permaneceremos en ella hasta la jubilación. Actualmente, cambiar de empleo se percibe como una forma de prosperar, aprender en diferentes entornos y mantenerse competitivo. Además, las personas valoran y priorizan la flexibilidad, las oportunidades de crecimiento y la conciliación sobre la estabilidad a largo plazo. Esto supone un desafío también para las empresas porque ya no basta con ofrecer un contrato indefinido, necesitan crear entornos atractivos donde el personal pueda sentirse valorado y desarrollar su potencial. Hasta ahora nos hemos centrado en las empresas privadas, pero no podemos olvidar el sector público.
En el sector público, la estabilidad laboral es un factor clave que atrae a muchas personas. Sin embargo, no nos engañemos, esta elección no siempre refleja un compromiso a largo plazo con la organización, sino más bien una búsqueda de seguridad y equilibrio laboral-personal. Diversos estudios reflejan que una proporción significativa de la población española prefiere el empleo público debido a la percepción de una mejor calidad de vida y seguridad económica. Por ejemplo, según una encuesta realizada por Opositatest, el 74% de los españoles considera que ser funcionario permite «tener una calidad de vida mejor» que la que ofrecen la mayoría de los empleos. A pesar de ello, es importante destacar que muchos también optan por estas carreras por verdadera vocación de servicio público. En conclusión, vivimos en un contexto donde las prioridades laborales han cambiado. El compromiso ya no se entiende como una vinculación inquebrantable, sino como un equilibrio entre el crecimiento mutuo y la adaptación a nuevas realidades. El reto no es recuperar el compromiso del pasado, sino redefinirlo para que tenga sentido hoy.