Esta iniciativa responde a la realidad de que un número significativo de estadounidenses, los más jóvenes, conoce las últimas noticias a través de plataformas digitales y redes sociales. Según un informe del Centro de Investigaciones Pew, aproximadamente uno de cada cinco estadounidenses se informa regularmente a través de influencers digitales.
La decisión de la administración Trump busca adaptarse a esta tendencia, permitiendo que voces emergentes y medios independientes tengan acceso directo a la información gubernamental. Leavitt enfatizó la importancia de abrir la sala de prensa a «nuevas voces mediáticas que producen contenido informativo y cuyos medios no estén representados en estos asientos». Sin embargo, esta apertura también plantea desafíos. La inclusión de influencers y creadores de contenido en la sala de prensa podría difuminar las líneas entre el periodismo tradicional y las nuevas formas de comunicación, lo que suscita debates sobre la ética informativa y la calidad de la información difundida.
En definitiva, la Casa Blanca está reconociendo la transformación del ecosistema mediático y la necesidad de adaptarse a las nuevas dinámicas de consumo de información. Esta iniciativa podría marcar el comienzo de una era en la que la comunicación política sea más diversa, inclusiva y acorde con los tiempos digitales.