Los resultados de las encuestas son ajustados: Harris lidera los sondeos, mientras que Trump está ligeramente mejor posicionado en las apuestas y en los estados clave como Arizona, Georgia y Pensilvania. Además, el control del Senado podría ser republicano, mientras que los demócratas probablemente mantendrán el control de la Cámara de Representantes. Este reparto de poder podría limitar movimientos bruscos de uno u otro candidato. Está claro que la economía siempre es un tema crucial, y una percepción negativa de la situación actual podría beneficiar a Trump, quien es más valorado en temas económicos e inmigración. Por otro lado, Harris tiene ventaja en asuntos sociales como el aborto y cuenta con una mejor imagen personal en general.
Desde el punto de vista financiero, ninguno de los dos candidatos parece interesado en priorizar la reducción del déficit público, lo cuál no disgusta a los mercados, aunque Trump se inclina más hacia la vía de los recortes fiscales. Harris, por su parte, ha prometido recortar los impuestos para la clase media y elevar el tipo impositivo de las empresas. Un caballo de batalla está en la guerra comercial: ambos son proteccionistas, aunque parece que Trump tira más por el factor «arancelario».
Siguiendo con política exterior, Harris aboga por una diplomacia multilateral y el fortalecimiento de alianzas como la OTAN, mientras que Trump promete un enfoque más agresivo, lo que genera incertidumbre sobre la estabilidad global.
A todo esto, históricamente, las bolsas han reaccionado favorablemente en años electorales, independientemente del ganador, con subidas medias, de más del 10% para el S&P, aunque también es verdad, que ya lleva subiendo un 20%, desafiando la típica volatilidad pre-electoral.
Sí puede ser más relevante el impacto en cuanto a los sectores: se espera que Trump favorezca a las empresas financieras, mientras que Harris podría beneficiar a las industriales y las renovables.
En definitiva, ambos proponen políticas que podrían generar un menor control sobre el déficit, lo que probablemente ayude a ver las rentabilidades de la deuda a largo plazo en niveles elevados y animar a las bolsas. En cuanto al dólar, Trump podría buscar una divisa más débil para fomentar las exportaciones, aunque su política podría terminar generando presiones inflacionarias que podrían obligar a la Reserva Federal (FED) a mantener los tipos de interés altos, lo que reforzaría la divisa, de hecho, aboga por tener cierta intervención en la FED.