Todos sabemos que el ser humano es un animal social. Precisa del grupo. Aunque seamos únicos e irreproducibles como individuos, la necesidad de realizar tareas en grupo es indiscutible. Cuando no podemos conseguir solos una meta o un reto, precisamos asociarnos con otro u otros para conseguirla. Así son muchas las tareas y actividades que precisarán de esa unión. Se otorgará un valor importantísimo para la persona, este sentido de pertenencia grupal. Queremos estar en grupo, y que éste nos acepte, adapte, proteja, acompañe y se relacione de manera adecuada con nosotros, así como nosotros con el grupo. La comunicación será bidireccional, rica y cargada de simbolismos. Si no existe o aparecen bloqueos, peligra incluso la propia identidad grupal, «el nosotros».

Dentro del grupo pueden aparecer sentimientos de soledad no deseada. No sentirse aceptado ni comprendido, no participar en la toma de decisiones compartida, verse bloqueado en procesos de información desencadenando sentimientos de fracaso e inutilidad. Estos sentimientos de soledad pueden ser fruto de la propia influencia grupal sobre el individuo. Por otro lado, puede suceder que sea el propio individuo el que se aísle de manera intencional dentro del grupo. Una soledad buscada como remedio del malestar (connotaciones positivas). Puede ser un momento de recogimiento o de intimidad, que permita la reflexión (solitude).

Por otro lado, el aislamiento o loneliness, puede tener una connotación negativa incrementando el propio sufrimiento interno de soledad. La soledad tiene dos polos uno positivo y el otro negativo. Se considera una condición mental constructiva si se gestiona bien, y conducir a la desesperanza, desconexión y angustia si se hace mal. La soledad no deseada se puede definir como «la experiencia personal negativa en la que un individuo tiene la necesidad de comunicarse con otros y percibe carencias en sus relaciones sociales, bien sea porque tiene menos relación de la que le gustaría o porque las relaciones que tiene no le ofrecen el apoyo emocional que desea» Los datos del Observatorio estatal de la soledad no deseada son demoledores.

En España el 11,6% de las personas sufren soledad no deseada (datos del 2016). Durante los meses posteriores a la pandemia de la Covid-19, entre abril y julio de 2020, este porcentaje fue del 18,8%. Actualmente se estima que el 13,4% de las personas sufren soledad no deseada (datos del 2023). Afecta más a mujeres (14,8%) que a hombres (12,1%). En el conjunto de la Unión Europea, unos 30 millones de personas se sienten solas con frecuencia. Estudios señalan que es mayor en los adolescentes y jóvenes, y en las personas mayores. Además, las personas con discapacidad, las personas cuidadoras, inmigrantes, entre otros, son especialmente susceptibles de padecerla. Se debe trabajar analizando las causas y prevenir cualquier posible trastorno derivado. La soledad no deseada es un problema silencioso que afecta cada vez a más personas, también en el lugar de trabajo. La manera de atacarla es con el acercamiento mutuo y la comunicación. Observemos y hablemos para combatirla.