Académicamente, este concepto se explica a través de una función de descuento (actualización) variable, que hace que el valor percibido de la recompensa futura disminuya a un ritmo mucho más rápido cuanto más nos alejamos en el tiempo. Te pongo un ejemplo «teórico-político» que entenderás enseguida... Imagina que un gobierno se enfrenta a la decisión de invertir en un proyecto de vivienda social. Este proyecto podría tener un impacto económico y social significativo a largo plazo, resolviendo problemas habitacionales de los ciudadanos. Sin embargo, los políticos más avispados saben que los beneficios de esta inversión no se verán inmediatamente y tardarán años en materializarse.
En año electoral, los políticos afectados por el «descuento hiperbólico» preferirán políticas o proyectos que ofrezcan, a los votantes, gratificaciones inmediatas en lugar de beneficios a largo plazo que no sean visibles antes de los próximos comicios.
Y aquí es donde entra el marketing político... con propuestas que poco o nada hacen por resolver los problemas (léase «fin de la golden visa por inversiones inmobiliarias»). Por ejemplo, los expertos tienen claro que el problema de la vivienda, en España, es fundamentalmente un problema de oferta insuficiente, pues el crecimiento del número de hogares supera el ritmo de construcción de nuevas viviendas.
¿Y qué hay de la vivienda de alquiler? Necesitaríamos medidas que ofrecieran garantías reales a los pequeños propietarios y les protegiera de dos grandes problemas: la ocupación ilegal y la inflación.
Para abordar estos problemas, una solución sería liberalizar los precios –tal vez «a la argentina» de Milei- permitiendo que el mercado regule la oferta y la demanda, lo cual ayudaría a aumentar la oferta de viviendas en alquiler y podría contribuir a la reducción de los precios. Y si esto no es suficiente… pues más vivienda social, como en el resto de Europa, aunque los resultados se vean a más largo plazo.