Ciertamente los hechos hasta la fecha no son alentadores, inflación en máximos, economías en deceleración, tipos de interés subiendo, gasto público insaciable lo que nos lleva a niveles de deuda pública nunca vistos, subida de impuestos, costes de la energía desbocados, descontento social, guerra de Ucrania… Además las predicciones de organismos públicos y privados ya no hablan de desaceleración sino de recesión y, lo más preocupante, de una posible estanflación. Todo ello en España y en nuestros principales mercados de demanda, Europa. La discusión ahora es su duración.
Ahora bien, en nuestro contexto turístico la realidad que vemos hoy si recorres ciudades como Madrid o Londres donde he estado últimamente, los restaurantes están llenos, los hoteles con buena ocupación y precios elevados y mucha actividad en la calle. Algo totalmente contrario a lo que indican los datos. Además de cara al 2023 se planifican capacidades aéreas superiores al 2019, los TTOO piden más camas y no hablan de ofertas, y a nivel micro vemos que nuestro ritmo de ventas, hasta ahora, no da señales de debilidad.
Es decir, lo que objetivamente con los datos y hechos nos llevaría a plantear un escenario de «crisis», en nuestra realidad no es así. Ante esta situación, me pregunto: ¿habrá cambiado el paradigma como consecuencia de los efectos de la COVID-19 en la sociedad y estamos tratando de leer la situación actual con los esquemas antiguos? Hay datos objetivos que dicen que el comportamiento en el gasto ha cambiado. Ahora valoramos mucho más el disfrutar y vivir experiencias versus el tener o poseer. Esto sí que puede ser un dinamizador importante de nuestra industria turística.
En el 2007 vivimos una situación similar en la que el inmobiliario parecía la panacea, todo subía, el dinero fluía, las compras de pisos eran fáciles. Se estaba alimentando lo que luego fue una gran burbuja. Pero en aquel entonces también se hablaba de un cambio de paradigma, aunque al final la realidad de los datos se impuso.
Me gustaría pensar que efectivamente el paradigma ha cambiado, pero me temo que aunque sí pueda haber un cierto cambio social en cuanto a cómo gastamos nuestro dinero, la tozuda realidad se acabará imponiendo.