En algunos países, como es el caso de Madagascar, hasta el 85% de la población vive por debajo de ese nivel y el 60% ingresa menos de un euro diario. Son pocos los países que están en niveles tan lamentables, pero demasiadas las personas.
Pero es que si las estadísticas son aterradoras, la realidad es pavorosa. Resulta que millones de individuos de esta isla del Índico simplemente no tienen ningún ingreso, o en todo caso un euro a la semana. En las intransitables carreteras hay muchachas que trabajan autónomamente reparando cualquiera de los infinitos desperfectos para poder pedir a los conductores una pequeña –a veces menos de diez céntimos– contribución.
En las zonas tribales del oeste, las pistas –allí no hay carreteras– aparecen de cuando en cuando bloqueadas por algunos lugareños, sin violencia ni intimidación, que exigen, y es precio estándar, un euro por cada todoterreno que atraviese su territorio, que en temporada seca puede significar unos diez euros al día para toda la tribu y nada en la temporada de lluvias con las comunicaciones impracticables. El negocio se complementa con la venta, durante la parada, de cocos que abren allí mismo, mangos o mazorcas de maíz por veinticinco céntimos cada pieza, mientras multitudes de niños sonríen al turista y aprenden el oficio.
No hay industria. Renault se fue hace años a lugares más productivos. Las licencias pesqueras, especialmente del langostino, han sido vendidas a los chinos –los españoles se fueron a Namibia– que trabajan en sus barcos y con su propio personal. Lo mismo ocurre en la construcción, pequeña pero existente, de obra pública, también en manos de los orientales. Los lugareños se tienen que conformar con los niveles inferiores en la extracción del oro, zafiros y algunos minerales.
El único sector en el que pueden encontrar trabajo es el turismo, tanto en niveles allí considerados altos como conductores, guías, recepcionistas o incluso camareros, que pueden ganar entre 30 y 60 euros al mes, y que exigen un buen conocimiento del francés, la lengua común de los escolarizados, como en los más humildes de mozos de carga para los que solo hacen falta unas buenas espaldas, y que no suelen llegar a ese euro diario.
La situación es, desde luego, algo mejor en la capital y en las zonas más turísticas del norte como Nosy Be, pero allí todo es también más caro.
Con esos sueldos miserables tienen que alimentar a familias que normalmente cuentan con seis o siete hijos.
En la tremenda espiral de la pobreza, en algunos países como Madagascar solo el turismo aparece como una fuente de trabajo y una esperanza para grandes sectores de la población.
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