Muchos de los estudios realizados nos demuestran que se han perdido capacidades de interpretar las expresiones faciales para identificar emociones en jóvenes. Además, dejamos de ser empáticos reales para convertirnos en seres superficiales, y fingimos emociones que no sentimos. La falta de tiempo para el contacto cara a cara, y el uso de este tiempo en el empleo de tecnologías (redes sociales fundamentalmente), nos llevan a adoptar otras formas de comunicación, consumo y ocio.
La sociedad de la información nos ha llevado también a una infoxicación, entendida como un exceso de información, confusa y que nos desborda. ¿Podemos con todo lo que nos llega?, ¿con toda esa información en abierto y free que de manera simple podemos buscar y adquirir? Somos capaces de discernir lo bueno de lo malo, lo real de lo irreal. ¿Qué hacemos con toda esa información? ¿Cómo la procesamos, y sobre todo, quién controla el contenido de la información en la red?
Podemos hablar y conocer criterios de calidad, sellos acreditativos de calidad en apps, webs, links, blogs, etc…, pero en el día a día, quién controla el contenido de las redes sociales… qué impacto tiene en Twitter esos pequeños textos que escribimos… y el contenido persuasivo, atractivo e irreal de los influencers … ¿quiénes son?, ¿quién está detrás de todo esto? ¿son ellos o son gente que piensa por ellos? Está todo manipulado, trucado y maquillado, y nos lo presentan como real cuando realmente no lo es.
¿Cómo puede esto influir en el proceso comunicativo del receptor, y sobre todo en el contenido de su pensamiento y procesamiento a la hora de actuar y tomar decisiones?
Por no hablar de la libertad de acción, estamos totalmente controlados, observados, perseguidos, geolocalizados e inducidos a consumir algo que previamente habíamos demostrado interés por ello…, ayer visité una página determinada y ahora me bombardean con publicidad engañosa. Así como la última cafetera Nespresso o el bolso color rojo que vi a mi amiga y encontré en la red, se presentan de forma súbita y fugaz en mi pantalla de ordenador. Ahora me obligan a comprarlo. Eso nos hace ser esclavos de nuestras propias ideas, preferencias, pensamientos y deseos. Además, me imagino a un ente exterior, enorme, sabio, rico y virtuoso que nos controla y observa con su gran lupa, y nosotros “pequeños indefensos” seguimos dejando rastro en el camino.
La comunicación humana como bien exquisito y exclusivo propio, ahora ha cambiado, de tal forma que se pierden sutilezas como el olfato, el tacto o la simple presencia humana. Sin embargo, según otro hallazgo prometedor, apunta que los empleos que requieren más compasión, creatividad e inteligencia social serán más propensos a ser desempeñados por los “humanos”.
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