Para M. Porter, profesor en la Escuela de Negocios de Harvard, las empresas consiguen ventajas competitivas a través de la innovación.
Según el Libro Verde de la Innovación (Comisión de las Comunidades Europeas, 1995), innovación es sinónimo de producir, asimilar y explotar con éxito una novedad, en las esferas económica y social, de forma que aporte soluciones inéditas a los problemas y permita así responder a las necesidades de las personas y de la sociedad.
A pesar de la dilatada literatura, cuando se utiliza el término innovación se tiende a caer en la miopía, al pensar únicamente en tecnología. No obstante, innovar es sinónimo de motor de cambio. La innovación incluye reevaluar aquello ya conocido con una visión diferente; analizar un producto o servicio maduro al objeto de adaptarlo a las necesidades cambiantes del entorno, desde sus partes esenciales hasta aquellas consideradas de menor valor añadido e, incluso, reajustar la percepción que del mismo tienen los clientes o, más aún, visionar su consumo potencial, así como mejorar aquello funcionalmente muy valioso pero que empieza a presentar síntomas de obsolescencia.
Además, la innovación no solo puede ni debe ser en producto sino también en proceso, con la inclusión de elementos tan dispares como fundamentales. A continuación algunos ejemplos: cultura de empresa, con el fomento de las condiciones óptimas para incentivar la motivación y la creatividad de los trabajadores y su implicación con la misión empresarial al tiempo que se retiene talento y capital humano como fuente de ventaja competitiva –coincide con el denominado marketing interno–; generación de valor para todos los stakeholders, traducida en una responsabilidad social corporativa; diseño de procesos de producción eficientes de economía circular, con externalidades positivas y un favorable impacto en los costes empresariales en el medio y largo plazo; optimización de la toma de decisiones de forma rápida, eficaz y objetiva, mediante la actualización de la información en sistemas en tiempo real; redefinición de las estrategias de comercialización y distribución; nueva organización de la producción.
En definitiva, innovar es mucho más que introducir tecnología punta en la empresa. Innovar implica transformar, modificar paradigmas, ofrecer una visión diferente y requiere de elevadas dosis de disrupción, creatividad, genialidad y perseverancia.
Se infiere que, para ser exitosa, la innovación ha de estar adecuadamente incorporada en la estrategia y, por tanto, debe reflejarse en la estructura de la empresa. De forma adicional, la innovación ha de entenderse como una disciplina transversal y ha de ser medible con indicadores objetivos y sistemáticos.
Por su parte, no debe olvidarse que la innovación –como subraya la propia Unión Europea– contribuye al progreso social y económico de una sociedad, que se traslada en mayores cuotas de bienestar social.
En consecuencia, es primordial el afianzamiento de los flujos de información entre los centros de conocimiento (centros de investigación, universidades, etc.) y las unidades productivas al objeto de reforzar la competitividad y la capacidad de innovación de un territorio. Menorca no puede obviar esta realidad, máxime cuando dispone de recursos idóneos para su desarrollo. En este respecto, la colaboración público-privada se revela fundamental.
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