El empresario Manuel Sabín siente una pasión por el mundo de los caballos y por ello decidió apostar por Son Martorellet. | Josep Bagur Gomila

Son Martorellet es una marca de referencia en Menorca para cualquiera que conozca el mundo del caballo, una escuela de campeones que a lo largo de su historia ha cosechado más de un centenar de galardones por sus equinos y como mejor ganadería en los concursos morfológicos de Menorca. Una finca situada en el término municipal de Ferreries, en la carretera de Cala Galdana, que empezó su actividad ecuestre en 1997 y que desde 2006 pertenece al empresario turístico Manuel Sabín, cuya pasión por la cría, el cuidado y adiestramiento de caballos de raza menorquina lo han convertido en un gran embajador. Precisamente acaba de publicar un libro donde explica un nuevo método de doma basado en el respeto y la ausencia total de violencia que coincide con el décimo aniversario de su espectáculo Somni, un homenaje a este símbolo de la isla que ya ha visto más de medio millón de personas.

ORÍGENES. Fue la familia Devecchi, de origen italiano, la que introdujo en la finca bovina de Son Martorellet los primeros caballos en 1997, cuando compró una parte de este extenso predio. Desde entonces se apostó por la cría, cuidado y adiestramiento de los equinos de raza menorquina en un entorno privilegiado que poco a poco fue recogiendo frutos de este proyecto ecuestre tras empezar a adjudicarse los primeros reconocimientos: primero en el Concurso Morfológico de Caballos de Raza Menorquina y posteriormente en la feria que cada año se celebra en el recinto ferial de es Mercadal. Pero no fue hasta 2006 que el empresario Manuel Sabín decidió comprar las catorce hectáreas a los italianos que decidieron desprenderse de la actividad.

Sabín, gallego de nacimiento pero menorquín de adopción ya que aterrizó en la isla con apenas quince años, sentía una pasión especial por los caballos, pero su entorno profesional giraba alrededor del mundo del turismo y la restauración con la explotación de un hotel de 27 habitaciones y un restaurante en Cala’n Porter conocido como Sa Paissa, además de un complejo de 61 apartamentos turísticos. “Si no fuera por el rendimiento de estos negocios, no podría mantener Son Martorellet. Siempre ha sido un proyecto donde pesa más el corazón que el bolsillo”, afirma Sabín. La suerte es que la ganadería ya disfrutaba de todas las licencias de actividad y de una reputación que se propuso mantener y acrecentar.

El objetivo era poder criar y adiestrar caballos autóctonos para doma, mostrándoles pasos de alta escuela o preparándolos para poder salir en las fiestas, pero, sobre todo, acercar el mundo equino a la sociedad en general, contribuyendo a hacer pervivir el prestigio del noble caballo menorquín, mezcla de raza inglesa y árabe. La inclusión de servicios como veterinario, dentista e incluso de rehabilitación fueron los primeros protocolos que se reforzaron para atender al medio centenar de caballos que siempre ha tenido Son Martorellet, con una media de 25 personas trabajando en temporada alta.

SOMNI. Un año después de hacerse cargo de la ganadería, se decidió cambiar la marcha de un espectáculo ecuestre que se hacía y que quería ser un doble homenaje: a los corceles, pero también a Menorca. “Después de diez años Somni sigue siendo un espectáculo que consigue emocionar a todo el mundo que lo ve. Una mezcla de tradición y vanguardismo, cuyo epicentro son los caballos”, explica Manuel Sabín.

El espectáculo está concebido para que el espectador pueda disfrutar de una auténtica exhibición de habilidades y belleza de los caballos de pura raza menorquina. La producción, que se representa dos veces por semana de febrero a octubre, tiene precisamente como protagonista el sueño de una niña a través del cual se recrean las historias, las leyendas y la esencia de la isla, con la participación de un grupo de jinetes y caballos acompañados de efectos de luz, sonido e imágenes, además de contar con cantantes en el escenario.

Noventa minutos de emociones con las que se pretende captar la atención de espectadores de los cinco continentes en un show cultural y turístico que tiene lugar en un recinto construido para poder acoger a más de 800 personas por sesión en la propia finca.

“De algún modo es una clase magistral de jinetes con un vestuario diseñado para la ocasión en un recorrido mágico donde la creatividad y las coreografías demuestran la capacidad de trabajo de los 20 caballos que intervienen y de todo el equipo de personas que están detrás de ellos”, explica Manuel Sabín. El éxito de esta producción se ha traducido una y otra vez en exhibiciones fuera y dentro de Menorca, con invitaciones a países como Gran Bretaña, Suiza, Italia o Alemania.

DOMA RESPETUOSA. Pero seguramente de lo que más orgulloso está Manuel Sabín es de la puesta en marcha este 2018 de un método inédito en la doma de animales que han bautizado como Met-Me y que consiste en un programa de entrenamiento que lleva consigo una nueva manera de acercarse al mundo del caballo.

“Para nosotros es la ausencia total de violencia y el respeto como pilares en el adiestramiento, que se aleja de los métodos tradicionales de enseñanza basado en el miedo”, afirma con rotundidad este empresario ganadero. Una acumulación de experiencia que nace precisamente de su observación cuando se hizo titular de Son Martorellet y comprobó que el castigo no mejora el aprendizaje y que la estructuración de la doma y que la doma racional sí que facilita el bienestar necesario del animal.

Con este pretexto nació el nuevo método menorquín de educar generando confianza, insistiendo sin agredir, persuadiendo al caballo para que en base a un trato firme si fuera necesario, pero absolutamente respetuoso, acepte las órdenes y disfrute de su tiempo fuera del establo.

Los resultados obtenidos en Son Martorellet desembocaron en unos caballos más dóciles y seguros de sí mismos que le animaron a registrar este nuevo método y publicar un primer manual de entrenamiento. “Decidí tomar la iniciativa y escribir este pequeño documento al alcance de quien lo quiera porque sentí la necesidad de proteger a los caballos de un mal manejo, pensando que el domador ha de salir al encuentro de ellos, comprendiendo su carácter, su temperamento y su espíritu, para forjar y hacer de ellos un caballo noble y orgulloso para el disfrute de su propietario”, concluye Sabín.