Richard Thaler pasará a la historia por ser uno de los primeros investigadores de lo que se denomina hoy en día “economía experimental” y por haber sido galardonado con el Premio Nobel de Economía del año 2017. Pero más allá de esta mera reseña, Thaler ha supuesto una revolución al cuestionar (como ya hiciera Daniel Kahneman) la forma tradicional en la que se modelizan y diseñan las políticas económicas.

“Hacer política para Mr Spock cuando nos parecemos más a Homer Simpson” es la frase que resume su libro “Misbehaving” (2016), en el que habla de las nefastas consecuencias que supone fundamentar las prescripciones de política económica en modelos que asumen que los agentes económicos son seres que se alejan mucho de las personas que conocemos. Para Thaler, la teoría económica tradicional no es incorrecta, pero se podría mejorar asumiendo ciertos supuestos adicionales.

Normalmente, los economistas suponen que los agentes económicos utilizan un criterio de optimización que implica que lo único que los hace felices es velar por su propio interés, que no tienen problemas de autocontrol y que sus creencias y opiniones no están sesgadas. Es en estos tres supuestos donde se centran las aportaciones de Thaler: cómo la racionalidad limitada, la percepción de lo justo y la falta de autocontrol generan anomalías y modifican el comportamiento de los individuos.

Los agentes económicos presentan ciertos sesgos y comportamientos irracionales. Por ejemplo, su contabilidad mental tiende a simplificar las decisiones financieras. Muchos consumidores compran a crédito pagando intereses elevados (por ejemplo 7%) teniendo dinero en cuentas de ahorro que rinden apenas un 1% o 2% porque consideran mentalmente que son “cuentas separadas” y no examinan su situación financiera global. Otro sesgo irracional proviene del “efecto propiedad” por el que se valora más lo poseído que lo ajeno, lo que implica que el sentimiento de pérdida de un bien sea superior al de su ganancia. Este efecto explica por qué no nos duele igual perder 50.000 euros en bolsa si dicho dinero ha sido previamente ganado que si proviene de nuestros ahorros. Las crisis financieras se explican en parte por dicho comportamiento: cuanto más se gana previamente, menor es la sensación de pérdida y más riesgos se van asumiendo, comportamiento que variaría si ese dinero proviniera del ahorro.

Igualmente ocurre con la percepción de la justicia. El precio de un artículo depende, en principio, de su oferta y de su demanda. Si hay lluvia, la demanda de paraguas subirá y también su precio, pero cuando empieza a llover y aparecen vendedores ambulantes con paraguas a un mayor precio, nuestro sentimiento de abuso o injusticia nos puede llevar a rechazarlos. Apple experimentó una situación similar cuando Whitney Huston falleció y subió los precios de sus descargas en iTunes; el resultado fue la pérdida de clientes.

La falta de autocontrol también afecta nuestras decisiones económicas. El bienestar a largo plazo puede ser influido por las tentaciones a corto y la falta de autocontrol. Fumar, beber alcohol, no tener un plan de pensiones o seguro médico son tentaciones que a largo plazo normalmente son muy costosas. Los gobiernos lo saben y de aquí surge la teoría de los “Nudges” o pequeños incentivos. Si conocemos los mecanismos de la mente y podemos predecir y alterar su comportamiento, podemos crear incentivos para incrementar la eficacia de las políticas. Así, sabemos que las medidas “por defecto” tienen efectos significativos. Por ejemplo, en los países en que la donación de órganos es por defecto, el número de donantes se multiplica por cinco ya que la opción de oponerse lleva trabajo y tiempo, y además, supone alejarse de la norma moral de la sociedad.

Se trata de alterar sin prohibir (poner la fruta al alcance, no prohibir la comida basura), pero esto abre un gran debate sobre la manipulación de las personas o el sentimiento de culpabilidad.