Entonces, ¿para qué servimos los economistas?
Depende del tipo de acontecimiento a interpretar, del conocimiento teórico y práctico del profesional y, factor crucial, de quién paga al estudioso; es decir, de si sus análisis pasados o predicciones económicas se ven nubladas por la mascarada propiciada por el conflicto de intereses. ¿Puede un economista independentista pronosticar con altas probabilidades de acierto el futuro de una eventual República Catalana? Desde luego, si se define como “economista independentista”, no. Si es un profesional reputado en la materia, no ha cobrado ni pretende cobrar de los promotores de la división territorial y su aversión a la unidad de España queda en el plano personal, por qué no. Algún conocido economista de americanas rimbombantes con programa incluido en TV3 no ha cesado de esparcir los parabienes económicos de la República. Dejo al lector que lo categorice; desde luego, es un economista reputado. Puede que falle en otro aspecto, o no.
Ningún economista con conflictos de interés insalvables o una ideología tal que le impida separar sus sentimientos de la razón debería recibir pábulo en los medios de comunicación. Cuando un economista es capaz de crear opinión, debería ser una creación técnica o, cuanto menos, veraz y objetiva. Los economistas que aceptan tergiversar la realidad, presente o futura, no hablan como economistas, sino como tahúres de la economía. Al ser compleja y muy controvertida, la ciencia económica puede ser usada para engañar al pueblo. Y en temas tan sensibles como la pertenencia a un colectivo victimizado, es muy fácil la manipulación económica.
Si a un economista sensato, no excesivamente dominado por sus pasiones y con un mínimo de formación e información, le preguntamos en qué escenario económico nos deberíamos situar a la hora de predecir el futuro a corto y medio plazo de la economía catalana independiente, opino que sería el de una Catalunya fuera de la Unión Europea, sin posibilidades de manejar su política monetaria (salvo que decidieran operar con su moneda propia), con notables dificultades para financiarse en los mercados internacionales y con una deuda propia que no sería la de la actual Generalitat, sino la que su PIB en España determina, unos 200.000 millones de euros. Una economía que, además, sufriría en sus inicios los sobrecostes de comerciar con una Europa con fronteras arancelarias y la inseguridad de los depositantes en sus bancos, fuera del auxilio del Banco Central Europeo. Unas dificultades económicas a poner en la balanza frente al coste fiscal que calculan ahorrarse por no pertenecer a España y no sufragar una solidaridad, otra vez opino, desde luego mal instrumentada para todos, Balears incluida.
Los economistas debemos dar herramientas y análisis para que el ciudadano tome sus decisiones informadas. No vestir de economía lo que en realidad son opiniones interesadas; opino y cierro.