En materia económica estos últimos tiempos hemos asistido a uno de los mayores “pufos” del IBEX-35: Abengoa. Un gigante dedicado a la energía solar y eólica con pies de barro. Por lo visto la multinacional andaluza llevaba tiempo con problemas. Estos problemas incluyen una pésima gestión, malversación de caudales, maquillaje de balances y, por lo que está saliendo a luz, un sinfín de calamidades más. Y lo más sorprendente de esta estafa es que, como de costumbre, no hay responsables. Ni Banco de España, ni CNMV, ni auditorías; nadie sabe nada. Ahora lo único que importa es rescatar el cadáver que lleva tiempo oliendo. A partir de este mes de enero percibirá insignes inyecciones de capital (unos cientos de millones de euros para empezar) por parte de los bancos a modo de rescate; y todos nos quedamos tan contentos.
Si se tratase de una mera operación entre empresas privadas sin más, que de su harina hagan su pan. Pero cuando se trata de una multinacional de energías limpias que ha recibido de forma constante subvenciones y ayudas de gobiernos autonómicos y central, ya cambia la cosa, porque los que pagamos somos todos. Hablando de limpieza, resulta paradójico que una parte considerable de sus ejecutivos y asesores sean exministros y políticos de los países donde opera.
La otra gran tomadura de pelo del caso Abengoa es que algunos de los bancos rescatadores son bancos a los que todos los españoles nos han obligado a rescatar. El BCE nos concedió un préstamo de 50.000 millones de euros para salvar a las antiguas cajas de ahorros convertidas en bancos (hablamos de Caja Madrid, Bancaja, Sa Nostra, Catalunya Caixa, Nova Galicia...). Con ese dineral el Estado español reflotó unas entidades financieras ruinosas debido a la pérfida administración por parte de sus presidentes y consejos de administración, que casualmente han resultado ser casi todos expolíticos o personajes relevantes en distintos gobiernos de nuestra España.
Como el lector sabrá, estas entidades financieras que antes eran fundaciones sin ánimo de lucro, han resultado a las arcas públicas más perniciosas que Alí Babá y los cuarenta mil ladrones (han sido muchos más de cuarenta para desgracia nuestra). Pero los banqueros son los dueños del dinero, todo les está permitido. Son quienes dirigen el país desde la penumbra. El erario público ya pagará sus platos rotos.
Querido ciudadano, apreciado contribuyente, lo más lamentable es que ni siquiera somos copropietarios de los bancos rescatados puesto que no han sido nacionalizados. Todo ha ido a fondo perdido. Y ahora mismo son entidades privadas que sacan pecho y con pingües beneficios a nuestra costa. Se atreven a proclamar que están saneados y que pagan dividendos a sus accionistas sin haber devuelto un euro de todo ese inmenso rescate que pagaremos todos durante generaciones.
Pero no se preocupe, apreciado lector, a usted y a mí no nos va a rescatar nadie. Salvo que sea Abengoa o alguna que otra multinacional-empresa del IBEX-35.
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