El mercado hipotecario está renaciendo de sus cenizas. Una buena noticia para los que quieren comprar un hogar, siempre y cuando añadamos algunos ingredientes más a la receta: formación, información, asesoramiento independiente y, muy importante, prudencia.

Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), en julio de este año se registraron un 21,8% más hipotecas que en el mismo mes de 2014. En las Illes Balears se firmaron 1.221 hipotecas sobre vivienda habitual en julio de 2015, lo que supone un incremento mensual del 71%, con un crecimiento récord en términos anuales del 146,2%.

En términos absolutos, y según datos estadísticos del Banco de España, en julio los bancos tenían en sus balances 562.104 millones de euros en créditos concedidos a las familias para adquirir o rehabilitar su vivienda, cifra inferior a la del mismo mes de 2014 (592.276 millones de euros), lo que nos indica que, pese a la mejoría en la concesión de hipotecas, hay más cancelaciones de deuda hipotecaria que entrada de nuevas hipotecas, de momento. En otras palabras, el desapalancamiento privado aún sigue en marcha, algo positivo teniendo en cuenta el exceso de deudas que veníamos arrastrando de los años del boom inmobiliario.
Que los bancos concedan más hipotecas a las familias que quieren financiar la compra de una casa no es bueno ni malo; depende de cómo se concedan y pidan estos préstamos. En otras palabras, si los bancos y sus clientes han aprendido de la crisis y contratan hipotecas responsables o no.

Una hipoteca responsable vendría a ser un préstamo o crédito con garantía real con condiciones, finalidad y garantías razonables. El banco prestamista, por ley y por lógica, es la parte con mayores obligaciones a la hora de valorar adecuadamente la concesión del dinero al cliente. Por desgracia y pese a las reformas legislativas promovidas, a día de hoy la banca sigue teniendo demasiados incentivos para ser irresponsable, en mi opinión. A fin de cuentas, salvando las trabas contables a la concesión por encima del 80% de tasación y poco más, saben que si dan una hipoteca y se impaga, se apropian de la casa por el 70% de su tasación. Además, el rescate a las cajas (y a los bancos de forma más o menos encubierta) lanza un mal mensaje: en caso de problemas graves del sector, el contribuyente cargará con la factura. Tal vez sí que haya un cambio: la supervisión del Banco Central Europeo, pero habrá que ver hasta qué punto es capaz de disciplinar a la banca española.

El día que pueda escribir que la gran mayoría de entidades financieras nunca engañan o inducen al error a sus clientes y que, en los casos que sus controles de calidad fallan, se compensa al cliente y no se le fuerza a batallas judiciales interminables y caras, afirmaré sin titubeos que los bancos españoles son responsables. Este día aún no ha llegado.

Sin embargo, la clave para evitar los dramas sociales pasados y presentes de los desahucios está en el consumidor bancario. En su cultura financiera, en el esfuerzo que le dedique a comparar y analizar hipotecas, en su prudencia a la hora de valorar si vale la pena endeudarse para comprar la vivienda “de sus sueños” y, también, en que sepa cuándo acudir a un experto independiente que le asesore. El cliente es la parte débil de la negociación bancaria, pero eso no significa que deba esperar ser tratada como una parte indefensa. O sufrirá en el futuro las consecuencias de una hipoteca concedida y solicitada de forma imprudente.