Se ha venido destacando desde múltiples foros la necesidad de invertir en educación, tanto a nivel básico como avanzado, como garantía de un futuro mejor. Y aunque España se sitúa históricamente con un cierto margen de retraso respecto a la inversión en educación en relación al PIB en el entorno de países de la OCDE y respecto a los países del ámbito comunitario, no cabe duda de que se ha avanzado mucho en los últimos años aunque los resultados no guarden una proporción directa con el aumento de inversión capitativa.
Precisamente hoy y en este contexto, quiero referirme al papel que ha jugado la Escuela de Hostelería de las Illes Balears estos últimos 20 años, formando, capacitando y especializando a parte del capital humano de nuestra sociedad, como ejemplo revelador de que una adecuada estrategia educativa, bien planificada, bien dotada y en un determinado mercado del conocimiento, puede generar grandes beneficios.
Hoy parece de cajón que era precisa tal institución pero sin duda en su germen hubo de superar obstáculos e inconvenientes, opiniones de gentes que creía que la práctica lo era todo y que la experiencia se iba adquiriendo en el día a día.
La realidad ha sido espectacularmente fructífera.
Año tras año, han ido saliendo promociones formadas en la excelencia a todos los niveles de la actividad hostelera, que han ido atendiendo a una creciente demanda por parte de nuestra pujante planta hotelera y restauradora, no solo en el ámbito territorial de Balears sino en las ramificaciones de nuestra industria como el Caribe o Sudamérica, o el norte de África, por no hablar de los hoteles urbanos típicos de la Europa continental en los que tanto tienen que decir nuestros empresarios.
Si un elemento se viene constituyendo como valor añadido de nuestra oferta vacacional en un sentido amplio es la gastronomía. Y en este apartado, de tanta actualidad, la Escuela de Hostelería ha venido a cumplir acreditadamente su función.
Basta ver el panorama gastronómico de las Islas, para percibir el notable crecimiento de grandes chefs que crean, fusionan y sorprenden en cada una de sus intervenciones culinarias.
Se ha pasado de un escaso y limitado reconocimiento internacional a una verdadera eclosión de estrellas Michelin (citado como paradigma de la excelencia culinaria pero no con carácter exclusivo) en nuestros fogones.
Y si nos preguntamos qué tiene que ver con ello la Escuela de Hostelería, descubriremos que la mayoría se ha formado en los fogones de la misma y que estos son, vale la pena citarlos, Tomeu Caldentey, Macarena de Castro, Andreu Genestra, Marta Rosselló, Víctor García, Tomeu Martí, Marga Coll, Catalina Pieras; profesores y alumnos aventajados de una verdadera profesionalización de la excelencia culinaria que campa a sus anchas por el mapa gastronómico de Balears. La punta del iceberg de una pléyade de chefs extraordinariamente bien formados que despliegan su arte en nuestros hoteles y restaurantes para gozo de turistas y clientes.
La Escuela de Hostelería empieza demostrar su enorme rentabilidad en cuanto inversión en formación en relación con los resultados obtenidos.
Gran acierto su constitución y mantenimiento. Grandes profesionales de la educación hostelera dedicados permanentemente a la formación de los alumnos. Calidad. Competitividad. Excelencia… Y eso es solo el principio.
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