En el mundo de la producción rápida, globalizada y en masa, el tiempo se detiene en un pequeño taller de Formentera, donde el joven Mario Andújar elabora a mano distintos modelos de gafas de madera, que tienen hasta dos meses de lista de espera. Hace un año y medio decidió cambiar de vida y mudarse de Sabadell a la Pitiüsa menor para iniciar una pequeña empresa de diseño de gafas llamada Indianas Formentera.
Hoy tiene clientes en la Península, Londres, Copenhague y Seattle, logrados a través del escaparate internacional que ofrecen las redes sociales. También las comercializa en tiendas de Formentera. Pero, sobre todo, Andújar tiene una idea muy clara: no someter la producción manual, exclusiva y personalizada de cada gafa a ningún criterio de producción mecánica.
“El proceso es lento y delicado, es 100% a mano y eso hace que cada gafa sea única, especial y con alma propia”, asegura este artesano. “¡Está hecha para cada indiano que entra a formar parte de la tribu!”, bromea.
Su producción oscila entre solo cinco y seis gafas semanales y no se plantea aumentarla a pesar de la fama que están adquiriendo. “Trabajo por listas de espera, y por muchos pedidos que tenga, más gafas a la semana no puedo hacer. A cada una le dedico el tiempo que se merece, no quiero hacer una súper producción. Hay algunas marcas que hacen 50 o 100 al día y no dejan de ser un producto más. Me quiero diferenciar haciendo algo especial”, añade Andújar. En la actualidad, cuenta con tres modelos que ofrece en siete maderas diferentes, como pueden ser ébano, frake o palisandro, sin olvidar la madera reciclada. “Y también tengo tres modelos nuevos para presentar ahora que empieza la nueva temporada”, señala. La personalización de las gafas es su sello, al igual que los detalles indios en la patilla.
¿Por qué el nombre indianas? “Siempre he dicho que mis antepasados tienen que ser indios de América, seguro, porque me emociona mucho todo el tema de los nativos americanos. Y buscando esto salió el nombre y el logo, que es muy simple y muy significativo: una cabaña india”, explica Mario Andújar.
Sus gafas todavía no han alcanzado el valor de los objetos manufacturados, que suele ser superior a los de producción en cadena.
“El precio medio está en 145 euros siempre que no sean lentes especiales, como graduadas o fotocromáticas, que son gafas todoterreno y la gente las está demandando mucho”, señala. “Muchos clientes me dicen que son muy baratas y me dan un poco la vara con este tema, pero yo quería que se conocieran y que les gustaran a la gente”, agrega Andújar.
El joven trabaja con un óptico de Barcelona que le aportó el aspecto “técnico y profesional” a sus diseños. Asimismo, cada semana crea un nuevo modelo “para seguir evolucionando”.
Su taller es un antiguo gallinero ubicado en la carretera de la Mola, entre Sant Ferran y es Caló, y su historia comenzó con un cambio de vida radical, tras dejar su trabajo como asesor mecánico de un taller de Sabadell, donde tenía “un buen sueldo”. Junto a su pareja decidió dejarlo todo y mudarse a Formentera, después de unas vacaciones en la Pitiüsa menor de tres días.
Desde junio del año pasado transformó su afición a la madera en una empresa con un objetivo muy claro: “No puedo competir con una marca que hace cien gafas al día, puedo con la personalización y con el contacto directo con la persona, pero por suerte muchísima gente valora estas cosas”, concluye.
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