Sospiros

Su secreto lo convierte en un producto de contrastes. Tras su aspecto tosco y una dureza que pone a prueba las mejores dentaduras, se esconde una gran dulzura. Así son los sospiros, unas galletas de considerables dimensiones, cuya producción se circunscribe a Manacor y donde, un solo horno, Can Munar, se mantiene fiel a la receta tradicional y lo comercializa durante todo el año.

Ubicado en el carrer d'Artà, Can Munar está regentado por la tercera generación de la familia Munar, los hermanos Jaume y Bàrbara, quienes decidieron centrar su producción en la repostería tradicional mallorquina. A ellos, aunque ya jubilado, se suma su padre Francisco, quien sigue aportando lo más esencial en este campo, la sabiduría que dan los años. Es así como, junto con los “sospiros”, la ensaimada o los “senyorets”, venden otros productos de recetarios antiquísimos, como la galleta “arrissada”, con sabor a vainilla.

Con Jaume en las elaboraciones y Bàrbara en la venta, a este horno acuden comerciantes de Palma, Vilafranca, Felanitx o Son Servera para comprar los “sospiros” que serán adquiridos en toda la isla por los escasos consumidores que todavía los aprecian. Generalmente, como afirma Francisco Munar, “gente mayor, porque las nuevas generaciones ni los conocen”.

Y es quizás por ese desconocimiento, o por la amplia y diversa oferta actualmente existente en repostería, que la producción de “sospiros” va bajando poco a poco, pero de año en año. Para hacer frente a esta realidad, según explica Jaume Munar, otros hornos de la capital del Llevant innovaron la receta recientemente para hacerlos más atractivos y añadieron ingredientes como el anís, el limón, la canela o la vainilla... pero pocos salieron adelante y el resto apenas puede mantener la producción durante todo el año.

En Can Munar, habitualmente se elaboran 75 kilos de estos galletas dulces. En total se empaquetan 150 bolsas, aunque algunos meses, como los propios de la matanza del cerdo, se suele incrementar la producción. El motivo es que históricamente, cuentan Francisco y Jaume, “era impensable celebrar las matanzas sin degustar unos ‘sospiros'. Incluso los restaurantes nos compraban kilos y kilos para añadirlos en sus menús. Hoy esta tradición está muy olvidada”. Se servían, prosigue Francisco Munar, “acompañados de hierbas dulces, o de un café con leche a primera hora de la mañana”.

Para la familia Munar los “sospiros” son un producto que merece la pena recuperar. Son similares a los “carquinyolis” típicos de es Mercadal, aunque como afirma Francisco son más grandes y sin almendra. En Can Munar, los “sospiros” se elaboran exclusivamente con huevos, harina y azúcar en una proporción que, junto a su ingrediente secreto, se resisten a desvelar.

Es una receta que “viene de familia y, de momento, quedará en la familia”, asegura Francisco que mantiene viva la tradición de esta tercera generación de panaderos y resposteros.