Estudios recientes del sector cooperativo estiman que la producción de las 300 cooperativas más grandes del mundo equivalen al PIB de la décima potencia económica mundial. Hace escasamente una semana, la Unión Nacional de Cooperativas y Usuarios de España recordaba en su asamblea, celebrada en Alaior, que el modelo cooperativo, iniciado hace más de 150 años, creó empresas responsables y éticas, sin ánimo de lucro, comprometidas con el medio ambiente, la solidaridad y la creación de riqueza. Esta fue la misma semilla que el 13 de junio de 1953 el gremio de zapateros de Alaior decidió plantar con la fundación de la Cooperativa San Crispín, y que este año cumple sesenta años.
Una efeméride que el conseller d'Economia i Competitivitat del Govern balear, Joaquín García, elogiaba por su innovación y ponía como ejemplo en su reciente visita a la entidad alaiorense, que a finales de este mes de octubre contará con una calle dedicada en el municipio.
UN MODELO DIFERENCIAL. La Cooperativa de consumo de San Crispín es la mayor cooperativa de consumidores y usuarios de las Illes Balears, con 3.269 socios y cuatro centros comerciales en Menorca, dos en Alaior y dos en es Migjorn. Su apuesta desde el modelo cooperativo por la responsabilidad social corporativa pone su acento en un sistema de gestión empresarial diferenciado en todos los sentidos. Un modelo que apela a los consumidores a hacer una compra basada en los valores, sin perder de vista la necesaria competitividad del mercado. A diferencia de otras cooperativas, San Crispín no está conformada por una unión de productores sino por una unión de socios consumidores que libremente hacen piña por un consumo diferenciado. Aparte de los productos básicos de alimentación, privilegia una oferta específica de productos locales de agricultura ecológica, apoyando a los productores locales a través de la promoción y la venta en cabeceras destacadas. Asimismo se dedica a los productos de comercio justo S'altra Senalla fruto de la colaboración con Cáritas, que se encarga de su reposición. Y al mismo tiempo trabajan con productos específicos para personas celíacas y diabéticas, respondiendo a las demandas de entidades de este ámbito, con las que han firmado acuerdos específicos de promoción.
COMPROMISO SOCIAL. Siendo la tercera empresa de Alaior en número de trabajadores, el 90 por ciento de la plantilla tiene contratación indefinida con una media de permanencia en la empresa de siete años, según la última memoria publicada. De los 36 empleados con los que cuenta, 32 son mujeres, tal y como remarca su gerente, Antoni Aguiló.
“El modelo de economía social tiene que dar ejemplo desde dentro y ser sensible con las personas que forman parte de ella, por eso tratamos de volcarnos en la plantilla pese a que la crisis quizás nos pediría suprimir puestos de trabajo. De hecho, tenemos seis personas con jornada reducida para su conciliación familiar y laboral”. El pasado ejercicio facturó 4.735.000 euros, pero como entidad sin ánimo de lucro está obligada a revertir todos sus beneficios en elementos como la formación de su personal o las actividades de cooperación con las entidades sociales y culturales de la isla. De hecho, hacen colaboraciones continuadas con Cruz Roja o los Donantes de Sangre, y en mayo de este año se han adherido para participar en un proyecto de la Conselleria de Benestar Social del Consell insular de Menorca que pretende, junto con otras cooperativas, la recuperación de fincas agrarias en desuso a través de la contratación de parados. Los productos recogidos se comercializarían a través de San Crispín. “Esta es precisamente nuestra filosofía como cooperativa”, concluye Aguiló.
CONSUMO RESPONSABLE. San Crispín también actúa como oficina de atención a los consumidores, y por eso promueve un consumo responsable con la divulgación a través de conferencias y charlas en escuelas e institutos de Menorca pero, también, en la práctica del día a día de su entidad.
Recientemente han incorporado la venta a granel de legumbres, para favorecer una compra enfocada a la necesidad y, en consecuencia, a la disminución de residuos. “Lo llamamos consumir con responsabilidad y sostenibilidad”, explica Joan Camps, presidente del consejo rector que es el órgano democrático que dirige la cooperativa. “No es habitual que un supermercado quiera promover que sus clientes gasten menos, pero lo que nosotros pretendemos es que hagan una compra inteligente, enfocada a no tener que tirar alimentos que no se necesiten”, enfatiza Camps. “Nos cuesta mucho cuadrar las cuentas y la crisis nos está pasando factura, agravada por la caída del consumo y la enorme competencia desatada en el sector de la distribución en Menorca”, añade el presidente. “No somos más caros que la competencia y repartimos cada euro ganado entre la sociedad menorquina”, resume Camps. “No creo que el resto de supermercados pueda decir lo mismo”.
ENERGÍA Y RECICLAJE. Otro de los elementos diferenciadores en los que insisten desde San Crispín es en el cuidado del medio ambiente. En el supermercado central del polígono utilizan un sistema de iluminación solar natural, que combinan con iluminación artificial, dejando de lanzar 40 toneladas de Co2 al medio ambiente cada año, motivo por el cual fueron finalistas de los premios de medio ambiente del Govern balear.
Hace años que suprimieron las bolsas de plástico e implantaron el reciclaje de cartón y envases cuando pocos lo hacían. Este año, además, han promovido la presentación en sus instalaciones de la Cooperativa Som Energia, una entidad que aspira a cambiar el modelo energético hacia las renovables y con la que tienen planes de colaboración.
EL COOPERATIVISMO. El periodista Miquel Àngel Limón relata en su libro sobre cooperativismo de la isla que dedicó en el cincuenta aniversario de San Crispín, que las consecuencias económicas devastadoras de la Guerra de Cuba para la industria del calzado en Menorca y las crisis obreras, fueron el caldo de cultivo de los movimiento cooperativistas locales.
La falta de trabajo por el cierre de los talleres, el hambre y la escasez provocaron por un lado la emigración obrera a Argelia o Sudamérica, y por el otro el nacimiento de sociedades de socorro y mutualidades. El 17 de enero de 1871 nacía en Ciutadella La Industrial, una sociedad obrera de socorro, y en 1898 se ponía en marcha la sociedad cooperativa El Porvenir del Obrero, impulsada por Bartomeu Briones.
Uno de los personajes clave fue Joan Mir, un menorquín que ayudó a la creación de muchas cooperativas mahonesas y llegó a ser dirigente de la Federación de Cooperativas de Menorca, en las que se mostraba favorable a que los obreros se responsabilizasen de la organización económica de las empresas.
Estos primeros ensayos de cooperación se extendieron a lo largo de la isla con el nacimiento de la Sociedad de Socorros Mutuos y Cooperativa de Consumos en Es Castell en 1896, la Cooperativa La Regente en 1897, la Sociedad Cooperativa de Producción Paz y Trabajo en 1898, La Obrera de Ciutadella en 1899 o la Sociedad Obrera Andar y Venir en 1901, entre otros.
Precediendo al nacimiento de San Crispín, las raíces del movimiento cooperativo en Alaior vinieron de la mano del maestro mallorquín Gabriel Comas Ribas, que presidió en 1899 la entidad El Porvenir de la Vejez para ayudar a las personas más desfavorecidas, y que llegó a tener 500 socios.
Como cita Limón en el libro, “el pedagogo e investigador Pere Alzina afirmaba que la sociedad cooperativa de socorros mutuos El Porvenir de la Vejez y la Cooperativa de consumo San Crispín consiguieron cada una en un periodo histórico diferente, mejorar el bienestar de la comunidad mediante el asociacionismo y la coordinación de esfuerzos”.
Recientemente, el Centro Internacional de Investigación e Información sobre la Economía Pública, Social y Cooperativa (CIRIEC) ha incluido a la Cooperativa San Crispín como una de las veinte mejores cooperativas españolas socialmente responsables que componen el libro Cooperativas y Responsabilidad Social de la Empresa, de José Luis Monzón e Isidro Antuñano. Un ejemplo más de la gran actividad cooperativista que tuvo y todavía hoy tiene Menorca.
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