Recuperar y conservar las vivencias de los habitantes de los faros y desmitificar el estereotipo de que los fareros son solitarios y introvertidos». Estos son los dos grandes objetivos que han llevado a la Autoridad Portuaria de Baleares (APB) ha reeditar el cómic A la luz del faro. Testimonio de los últimos fareros, ilustrado por Gonzalo Aeneas.

Según explica en el prólogo Raimond Jaume, responsable de Comunicación e Imagen de la APB, desde que asumió su cargo hace doce años cada vez que un periodista tenía que entrevistar a un farero «esperaba encontrarse con un viejo solitario, fumador de pipa, largas patillas, gorra marinera y un perrito, o – en el mejor de los casos – un loro parlanchín a su lado». Y son todo lo contrario. En las entrevistas en vídeo que han sido el origen del cómic, Jaume asegura haber hallado «un mismo patrón generalizado entre fareros y fareras» ya que son disciplinados, modestos, respetados por su entorno, muy familiares, cultas, que se han tenido que formar y examinar para ganar una oposición, habilidosas y con conocimientos de electricidad, mecánica, electrónica, informática, albañilería, carpintería, campo, pesca, caza, cocina y muchas otras cosas más.

Sin embargo, Raimond Jaume asegura que A la luz del faro. Testimonio de los últimos fareros «no es un cómic de fareros, ni tampoco una biografía». Es, según sus palabras, «un tributo a un oficio condenado a desaparecer desde que en la Ley de Puertos del Estado y de la Marina Mercante de 1992 se declaró la extinción del cuerpo de técnicos mecánicos de señales marítimas». Es, por tanto, «un legado para las generaciones actuales y venideras de una profesión ancestral pero que ha vivido su máximo esplendor en Baleares en los últimos 150 años» y «el relevo de una llama, que una gente de un tiempo determinado ha querido que se mantenga encendida para siempre».