Kiko Veneno en concierto acústico, el viernes por la noche, sobre el escenario de Las Dalias.

La lluvia del jueves trasladó a la noche del viernes el concierto de Kiko Veneno en Las Dalias. No fue el único cambio. El escenario también se movió, a petición del artista, que «nunca toca al lado de una barra, ni con gente cenando delante de él» según apuntó la organización. Así pues, con todo el mundo cenado y situado, pasadas las 22,00 horas, dio comienzo la función. ‘Viento de poniente', todo un clásico de su repertorio, sirvió para romper el hielo de un concierto acústico, minimalista, que tuvo lo que tenía que tener, sin decepcionar, y que aportó a sus seguidores la dosis justa para templar la añoranza de un genio del sur nacido en Figueres que ahora se prodiga menos.

Dos guitarras sobre las tablas, la puntual aparición del violín – en ‘Me junto con toda clase de delincuentes', por ejemplo (toda una declaración de intenciones) - y abajo, un público que coreó los hits del cantante; ‘Lobo López, Fuego' – «dedicada a todas las mujeres», ‘Echo de menos, Joselito' – quizá la más cantada por el respetable -, ‘Menphis Blues' ... en una suerte de ejercicio de melancolía, de comunión colectiva entre los que nos formamos musicalmente con sus temas y su duende. Una hora y media de concierto, un repaso al veneno más esencial y unos cuantos chispazos de carisma en un espacio que no se acabó de llenar y que, aun sin estar pensado para conciertos, tiene su gracia.