La última exposición

La galería Berri de Sant Agustí, dirigida desde hace más de treinta años por Gastao Heberle, cerrará sus puertas definitivamente el día 14 tras no renovarse el contrato de alquiler

IBIZA CIERRE GALERIA CAN BERRI SANT AGUSTI

Gastao Heberle sonríe en el interior de la sala principal de la galería Berri. En las paredes cuelgan las obras de Jussara, protagonista de la penúltima exposición de este espacio artístico.

P.TurEivissa07/09/13 0:00

Han pasado treinta y tres años desde que el pintor Paco Torres colgara sus cuadros en una pequeña galería de Sant Agustí, una sala que se inauguraba aquel año 1980 con dicha exposición después de que el brasileño Gastao Heberle acondicionara una de las alas de una casa payesa situada junto a la iglesia. Entonces podía parecer casi una idea de locos: una galería de arte situada en un pueblo que apenas concentraba unas pocas casas, una iglesia y un bar. El tiempo acabó por darle la razón. Torres vendió todas las obras expuestas. La galería Berri había nacido.

Hoy por hoy es difícil imaginar la plaza de Sant Agustí sin la galería, aunque eso es lo que ocurrirá el día 15, una jornada después de que el escultor Antoni Hormigo clausure su tradicional exposición en la sala. Los propietarios de este espacio han decidido finalmente no renovar el contrato de alquiler con Heberle, que echará el cierre a una parte de la historia artística de Eivissa. «El último contrato finalizó el pasado mes de marzo y llegamos al acuerdo de que abriría este verano, pero no querían alquilarlo más y seguramente se transformará en una ampliación del bar, así que no puedo seguir», explica el galerista sin perder en ningún momento la sonrisa, un rasgo permanente de una personalidad a todas luces optimista. «Creo que es una cosa normal. La galería podría tener una continuación, pero si no puede ser no puede ser y si se tiene que acabar se acaba, como todo», reflexiona.

Gastao Heberle y Jussara llegaron a Eivissa por primera vez en 1970 por recomendación de un amigo madrileño. Entonces pasaron una semana, pero regresaron año tras año y cada vez un poco más de tiempo, hasta que en 1978 decidieron instalarse en el Mediterráneo «e intentar sobrevivir». Ahora, la figura de Heberle no puede separarse de Sant Agustí ni de Sant Josep, donde le conoce todo el mundo.