José Sanclemente.

Aunque es economista, el mundo de los medios de comunicación fluye por las venas de José Sanclemente. Analista de medios y actualmente al frente de la gestión de eldiario.es, periódico digital del que también es socio fundador, ha encontrado en la novela negra un modo de trasladar ese mundo también a la ficción a través de sus personajes, el inspector de policía Julián Ortega y la periodista Leire Castelló, protagonistas de su debut como novelista, Tienes que contarlo, y de nuevo en el centro de la trama de No es lo que parece (Roca Editorial), el libro que comenzó a escribir el pasado mes de agosto en la Isla y que presentará mañana sábado a las ocho y media de la tarde en la librería Hipérbole de Vila.

—¿Ha decidido emprender su particular cruzada contra la corrupción y las cloacas del sistema a través de sus novelas?

—No, en absoluto. Sí que evidentemente el paisaje que nos toca vivir hoy en día es este, el de la corrupción, el de los recortes sociales, las quejas en la calle... Pero en absoluto tengo una cruzada contra la corrupción. La novela negra es un buen elemento para poder hablar de ello con cierta naturalidad y cierta distancia.

—¿Cree que la novela es un buen vehículo para explicar la actual situación a los ciudadanos, una manera de informar acerca de lo que se está cociendo disfrazándolo de entretenimiento?

—Sí. La novela tiene la trampa de que todo es ficción de alguna manera, pero sin embargo te deja una medio sonrisa helada. Narras un crimen que es evidentemente ficticio, con una investigación compleja e incluso entretenida y que engancha, y que también está salpicada por esa realidad que mencionaba y que te deja esa medio sonrisa helada. Te preguntas: ‘¿qué es lo que está pasando, donde estoy?' Estoy en medio de una escena de un crimen con un paisaje que me suena a real, al día a día.

—¿Qué tanto por ciento de verdad hay en lo que explica en la novela?

—Quisiera creer que no hay verdad. Las sombras que aparecen en mi novela son las sombras que de alguna forma pueden encontrarse en la sociedad actual, en el sistema actual. Nada de lo que aparece en un crimen puede llegar a ser verdad, porque el asesino o terceros pueden intentar alterar esa realidad y en la sociedad pasa exactamente lo mismo. Quisiera creer que esas sombras que forman parte de mi ficción y que alteran la realidad cotidiana, porque no la entendemos, no sabemos exactamente lo que está pasando, no son verdad. A veces resulta que esta ficción se pega demasiado a la realidad y al cabo del tiempo pueden acabar saliendo sombras que sean verdaderas.

—¿Le queda recorrido a su pareja de protagonistas?

—Sí. Los perfiles de los dos personajes son bastante complementarios. El del policía es el de una persona muy pragmática. Es un personaje que lo que quiere en cualquier caso es resolver la investigación pura y dura, conocer la verdad sin las aristas que pueda comportar lo social. En cambio, la periodista quiere conocer la verdad, para intentar contarla también a los ciudadanos. El policía quiere meter en la cárcel al criminal y la periodista lo que busca es poner en evidencia la verdad frente a los ciudadanos. Creo que los dos, en ese tipo de perfil, de relación y de mensaje, tienen recorrido.

—¿Ya ha comenzado a elaborar la historia que puede volver a unirles en la ficción?

—He preparado un poco. Esta vez he tardado más. Para Nada es lo que parece comencé a escribir en Eivissa el pasado mes de agosto, apenas tres meses después de haber publicado la primera novela. En esta he parado, porque creo que tengo que darme un tiempo de respiro. Además, dispongo de poco tiempo con la promoción de la novela y la gestión en el eldiario.es. El verano es un buen momento para empezar las historias, aunque todavía no lo tengo muy claro.

—¿Seguiría en esta línea, en este ámbito que roza la realidad?

—A mí me interesa un ámbito que esté en la realidad, y que de alguna manera además entretenga al lector, que le haga pasar un buen rato. Intento ser bastante cinematográfico, pero al mismo tiempo quiero dejar un poso de inquietud, de reflexión. Que digan: ‘¿Será esto así?'. Pero sin darte cuenta. Un poco lo que decía al principio de esa sonrisa helada.

—Figura como socio fundador de ‘eldiario.es', una iniciativa que busca socios entre los lectores. Un sistema que poco a poco va surgiendo en nuestro país. ¿El futuro de los medios pasa por ahí?

—El futuro de los medios diarios pasa con toda seguridad por lo digital. El papel lo tiene muy complicado por el tema de los costes, la distribución... No sólo por la implantación y la costumbre de los ciudadanos, de los lectores, hacia las nuevas tecnologías, sobre todo de los más jóvenes. Sobre si la información debe pagarse o no, creo que ahora estamos en un punto muy complejo, porque las grandes cabeceras regalaron la información hace unos años a sus lectores y esa fiesta gratuita a la que les invitaron quieren hacérsela pagar ahora y va a ser muy complejo. El caso de eldiario.es ha sido un poco diferente. Les hemos pedido a nuestros socios colaboradores que nos ayuden desinteresadamente. Nuestro modelo es completamente abierto, no es de pago, pero les pedimos que nos ayuden a hacer periodismo. Es una parte que se ha convertido ahora, con 5,200 socios, en uno de los pilares de financiación del periódico. La gente paga para que hagamos periodismo. Pero el modelo en general va a ser difícil de encontrar.

—Si en su primera novela alertaba de los peligros de las redes y luego llegó el caso del espionaje masivo norteamericano, ahora apunta a la sanidad y en Madrid la justicia detiene las privatizaciones. ¿La actualidad le está haciendo un poco las labores de promoción?

—Sí. Pegarse de alguna forma a temas reales en la ficción, que es lo que a mí me interesa, hace que incluso cuando uno planea una trama parece que no vaya a ser verosímil, y luego en la propia realidad, cuando te cuentan determinadas verdades de lo que está pasando, ves que si lo hubieras puesto en la novela no lo hubiera creido nadie. Si en Tienes que contarlo hubiera puesto que habría espionaje a los políticos del más alto nivel por parte de EE UU nadie lo habría creido. Hay que hacerlo de un modo verosímil y, sin embargo, la verdad es mucho más brutal que la propia ficción que uno elabora en una novela. Así, los casos de corrupción están muy por encima de lo que imaginábamos. Y eso me lleva a preguntarme: ¿en el caso de la corrupción, podría llegar un momento, por ahora no lo sabemos y esperemos que no sea así, en el que ésta se mezcle con la criminalidad? Tenemos tantos casos de corrupción alrededor... ¿Puede haber un crimen entorno a la propia corrupción? A lo mejor sí.

—¿Tan mal estamos?

—Es que realmente me sorprende por el hecho de que la corrupción se está convirtiendo en una especie de pátina que está sobre la sociedad, en la que parece que nadie está dispuesto, de entre quienes pueden realmente luchar contra ella, que son principalmente los partidos políticos, aparte de los jueces, a actuar de una forma clara y contundente, empezando por el propio presidente del Gobierno, que tiene la capacidad y la mayoría absoluta para poder legislar al respecto. Me parece que cuando no se quiere actuar de una manera contundente contra una enfermedad tan brutal como la que está padeciendo la sociedad, que es la corrupción, y lo único que se quiere combatir son los síntomas tocando las cosas para que todo siga igual y nada sea lo que parezca, me parece que en este ambiente todo puede pasar. Esa corrupción se instalará y puede llegar incluso a haber crímenes.

—¿Vivimos en un mundo de apariencias a nivel político e informativo?

—Sí. Sin ninguna duda. Vivimos en un mundo de apariencias porque cada vez existen más factores que distorsionan la información. Y son desde la propia publicidad, que en estos momentos no está entrando por la vía convencional y está afectando a la propia información, a los propios gabinetes de comunicación, que aprovechan el hecho de que como los periodistas no tienen la capacidad en este momento de llegar a contrastar las fuentes, porque se han despedido a muchos periodistas y hay pocos recursos, a veces no les queda más remedio para cerrar el día a día, tanto en prensa, como en radio y televisión, que recoger un comunicado de prensa sin poder contrastar si lo que dice es veraz. También es cierto que cada vez hay más periodistas y productos periodísticos que intentan no dejarse contaminar, pero es muy difícil, estamos bastante contaminados.