«Llegó a Eivissa de rebote, donde vivió durante 16 años y consiguió desplomar el mercado impresionista», explicó Rosselló.
Cuando Elmyr era joven, le enviaron a estudiar a Munich, y con la llegada de Hitler al poder, lo identificaron como espía. Durante los interrogatorios le rompieron una pierna y lo destinaron a un campo de concentración. Al preguntarle por su oficio, él respondió que era pintor. El jefe del campo le pidió que hiciera un retrato y d'Hory tardó el tiempo suficiente para que se le curara la pierna y entonces huyó a Suecia. Más tarde, en París, malvive económicamente sin saber vender su obra hasta que una amiga le presenta a un rico americano que le comprará una lámina del estilo de Picasso por 50 dólares. «Ahí empieza la gran orgía de vender cuadros por todo el mundo». Elmyr, por petición de extradición del Gobierno francés, acabó en la prisión de Palma. Al volver a Eivissa se suicidó antes de ser extraditado a Francia. «Bebió alcohol con somníferos», relata Rosselló.
El escritor Clifford Irving publicó ¡Fraude!, libro en el que se basó el documental F de Fraude, de Orson Welles. Era la vida de Elmyr d'Hory, «un monstruo» del arte.
‘A la manera de'
«Él me decía que no falsificaba nada, que él pintaba ‘a la manera de'». Con estas palabras presentó el pasado jueves Pere A. Serra, presidente editor del Grup Serra, la exposición Elmyr d'Hory. Ibiza años 60. La muestra se podrá visitar hasta el 27 de este mes.
Sobre el artista y sus obras, Serra dijo que «era muy bueno, pero su fallo es que sólo sabía falsificar, aunque era un gran dibujante. Era una persona fantástica, hoy en día hacen falta personas como él en el mundo el arte». También recordó cómo D'Hory le transmitió su «desesperación» por ingresar en la cárcel en Francia, hecho que le llevó al suicidio. Precisamente, el abogado que llevó su caso, Rafael Perera, asistió al acto, entre muchas otros.
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