Ángela Cervantes y Pablo Martín Caminero, en uno de los momentos intensos de la actuación del jueves.

Muchas grandes historias del mundo del arte se han resuelto o han ocurrido por una mera cuestión de vecindad. Y no solo física, sino también conceptual. Las sinergías surgen de donde uno menos espera y la proximidad ejerce de potente pegamento si las circunstancias lo promueven. La cantante Ángela Cervantes, el pianista Daniel Oyarzabal y el contrabajista Pablo Martín Caminero coincidieron como músicos y bajaron de los escenarios como amigos. A la amistad se le sumó la vecindad (Cervantes vivió una temporada a escasos diez metros de Oyarzabal y ahora reside casi puerta con puerta con Martín Caminero), mientras la música seguía girando y girando a su alrededor, así que, ¿por qué no hacer vecina a la música de Jorge Drexler con el jazz? Así, todos estos vecinos, personales y musicales, se dieron cita el pasado jueves sobre el escenario del baluarte de Santa Llúcia en la segunda jornada del festival Eivissa Jazz para acercarnos a su barrio, ese que han creado a partir de las canciones del músico uruguayo y que se ha plasmado en el disco En esta orilla de Drexler.

No es un mundo fácil el de las versiones. Coger la obra de otra persona para convertirla en algo tuyo exige esa porción de sacrificio en el que cada extremo debe entregar una parte de su alma y el trabajo de Cervantes, Oyarzabal, Martín Caminero, Borja Barrueta (a quien sustituyó en Eivissa el batería Andrés Litwin) y del técnico de sonido José Luis Crespo cumple con creces con las expectativas. La obra de Drexler es íntima y cosmopolita al unísono, de apariencia sencilla y con una altísima carga poética. El reto era grande y el cuarteto sobre el escenario construyó un directo que muy probablemente habría satisfecho al músico uruguayo.

Interacciones

De blanco, con su rizada melena pelirroja casi indomable cayéndole sobre los hombros, Ángela Cervantes surgió de la oscuridad con 12 segundos sosteniendo su voz sobre el encaje de bolillos que empezaron a tejer Oyarzabal, Martín Caminero y Litwin y que ya no abandonaron hasta el final del concierto. Polvo de estrellas y Cuando te encontré fueron sumergiendo al público en un mar que unió el Atlántico y el Mediterráneo. Fue durante estas dos piezas cuando Cervantes aprovechó para agradecer a los músicos y técnicos todo el trabajo y el cariño puesto en el proyecto.