«Basta que seas Premio Planeta para que la gente arremeta contra ti, así que tener una crítica como la de hoy en La Vanguardia, me ha alegrado el día», comentaba ayer el escritor Javier Moro. Su laureada novela, El imperio eres tú, será presentada esta tarde en la librería Hipérbole de Vila. Junto a él estarán, a partir de las 19,30 horas, el poeta Julio Herranz, que se encargará de moderar la mesa de debate; y el librero Pedro González. Tras la presentación, el autor firmará ejemplares de esta epopeya sobre el emperador brasileño Pedro I. Atento y pendiente de su iPhone, el escritor afronta, tras la presentación de esta tarde, varios días de desconexión tras una gira promocional que lo ha llevado durante varias semanas por todo el país. Sin embargo, no está cansado y asevera que «hablar de un libro es como hablar de un hijo, nunca te cansas de ello porque siempre cuentas algo diferente y no es agotador mentalmente».
-¿Cómo se siente uno cuando le comunican que ha ganado el Premio Planeta?
-Pues me animó para varios días (risas). Eso alegra por una buena temporada porque a nadie le amarga un dulce y menos así.
-¿Qué fue lo que le fascinó de Pedro I?
-Es un personaje tan desmedido, tan fuera de lo común, tan primario en algunos aspectos, tan inteligente y tan bruto... Lo que más me gustó fue que al final sacó lo mejor de sí mismo. Si no hubiera hecho eso, quizás no me hubiera interesado pero, al final, se convierte en un héroe.
-Usted lo definió como «medio Don Juan, medio Don Quijote»...
-Él era medio español, por su madre. De pequeño, dormía en una habitación que tenía el techo decorado con escenas de El Quijote... Él tenía algo de querer salvar el mundo, de desprendido. Y, sobretodo al final de su vida, volvió esa cualidad que es la que hace de él alguien excepcional.
-¿Hasta qué punto fue un reto escribir en esta ocasión sobre un hombre cuando sus dos últimas novelas tenían como personaje principal a mujeres?
-Fue un reto importante porque es más difícil escribir sobre un hombre, sobre todo si es histórico. Primero porque era un tío muy especial, era muy difícil de delimitar, de encontrarle una personalidad coherente porque era muy contradictorio, muy bestia y muy loco. Es más fácil escribir sobre las mujeres porque, históricamente, ellas estaban en una posición de desventaja, digamos que eran víctimas. Y es más fácil escribir sobre una víctima que sobre el tío que está victimizando a las mujeres porque no simpatizas con él. Sin embargo, simpatizas con la mujer porque se está buscando la vida en un entorno hostil. Encima, en este caso es un tío que tiene poder y cuesta bastante más. Aún así, al final del libro creo que saldrías a tomar una copa con él.
-¿Cuál es el papel de las mujeres en esta novela?
-Es un papel fundamental. Hay dos papeles femeninos porque es una historia de un gran triángulo amoroso. Está la esposa, Leopoldina de Austria, virtuosa, inteligente, culta, quien hace realmente la independencia de Brasil mientras que él era el brazo ejecutor. Y luego está la amante, Domitila de Castro, la brasileña sensual que le vuelve loco y que hace zozobrar el imperio. En el libro se cuenta el desamor de ambas y la manera diferente en que ambas lo vivieron.
-¿Cómo conoció la figura de Pedro I?
-Yo estuve dos años viviendo en Brasil, escribiendo mi primera novela y allí escuché hablar de él. Era un personaje desconocido, medio español, no sólo por su madre sino que había una parte muy española en su carácter, precisamente en ese quijotismo y me interesó mucho. Uno va coleccionando ideas, las guarda en la cabeza y va tirando de ellas cuando tiene nuevos proyectos.
-¿A qué se debe este viaje literario desde India a Brasil?
-Conozco el país, tengo amigos allí y, tras la persecución que sufrí en la India por lo de Sonia Gandhi, quise cambiar, también para que no me encasillaran como escritor de cosas de India. Tenía la asignatura pendiente de hacer eso en Brasil y ya he escrito cuatro libros con temática de India.
-¿Sus libros son una manera de transmitir su pasión por los viajes y hacer que los lectores recorran estos lugares con usted?
-Sí, me lo dicen constantemente. Es lo que yo quiero, acercar una realidad que para el lector normal es difícil de conocer y yo, que estoy por allí y la conozco, la transmito.
-Su bibliografía es muy variada y, sin embargo, se observa que en sus últimos trabajos ha optado por hablar de personajes históricos, ¿a qué se debe?
-La historia es fascinante porque nos enseña sobre nuestro presente. Leyendo El imperio eres tú entiendes cómo es Brasil hoy y la desigualdad social que existe. Lo sabes cuando lees que uno de cada tres habitantes de Río eran esclavos. La historia es fascinante porque es nuestra vida y nuestro inconsciente colectivo. Estás escribiendo historia para el presente. Sin embargo, no descarto escribir algo que sea actual. No tengo ningún tipo de prejuicio ni quiero encasillarme en nada.
-¿Cualquier tiempo pasado fue mejor?
-Al contrario, yo creo que estamos mucho mejor ahora que antes. Si te pilla según qué enfermedad es mejor pillarla ahora que hace un siglo. Lo que sí fue es muy interesante y eso es lo que yo intento rescatar. Es muy fácil ser nostálgico pero vivir en esa época no era fácil.
-Proporcionalmente, ¿pasa más tiempo investigando o escribiendo?
-Me tiré un año leyendo todo lo que había recopilado en Brasil y Portugal y luego empecé a escribir. Paso más tiempo escribiendo, es mucho más trabajo. Me tomó un año y medio este libro.
-¿Cuál es su rutina cuando está centrado en un proyecto?
-Me despierto pronto por la mañana, porque son las mejores horas, cuando has descansado. Escribo mucho entre las 8 y las 13h. Después descanso hasta las cuatro y, si estoy aquí, voy a la playa a darme un chapuzón. Por la tarde suelo revisar lo que he escrito por la mañana porque ya estás más cansado. Parece que no, pero escribir no es sólo un esfuerzo mental, es un esfuerzo físico. Acabas agotado, físicamente.
Un refugio para la creatividad
Cuando Javier Moro acude a la casa que posee en Sant Agustí lo hace por dos motivos: o vacaciones o para escribir. Todas sus novelas las ha finalizado aquí ya que en Eivissa encuentra la tranquilidad necesaria que le permite concentrarse en su trabajo sin sentirse solo. «Escribir aquí es perfecto», asegura y agrega que no le gusta en absoluto la imagen de Eivissa como paraíso de la fiesta y el desenfreno. «Eivissa es como un mundo en pequeño, aquí está lo peor y lo mejor», señala el madrileño.
«Las promociones son agotadoras, pero benditas sean», confiesa y añade que: «Lo deprimente es que tengas tu libro publicado y no te llame nadie». Moro dice que no tiene quejas y recuerda que al principio, cuando publicaba sus primeros libros, él mismo se encargaba de promocionarlos. «Era algo que me costaba mucho. Me iba yo a las radios y a los periódicos con unas fotocopias, un resumen, a ver si me cogían en algún programa porque eso no te lo hace la editorial al principio».
Moro es consciente de que el mercado literario actual es extremadamente competitivo: «Claro que es complicado pero estás compitiendo con 50 o 60 novelas que salen al año y tienes que vender tu obra». El autor, que compara hablar de sus libros con hablar de los hijos, confiesa que esa analogía se la debe a Inma Chacón, finalista de este año del Premio Planeta por su novela Tiempo de arena.
Sobre los encuentros como el de esta tarde, Javier Moro dice que «siempre es gratificante reunirse con los lectores porque, al final, son los destinatarios de la obra». La profesión de escritor, intrínsicamente solitaria, poco tiene que ver con la personalidad del escritor, muy dado a conversar con sus lectores. «Me encanta hablar con ellos y sentir el efecto que ha tenido mi trabajo en la vida de la gente».
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