A la izq., Antoni Taulé junto a Sònia Cardona, ayer, durante la presentación de la exposición.
El pintor catalán Antoni Taulé mostró ayer su satisfacción por poder volver a exponer en la Isla en unas fechas de tanta importancia, las fiestas de Sant Jaume y en especial por la posibilidad que se le ha abierto de crecer en espacio de exposición, pudiendo colgar parte de sus obras más grandes dentro de la iglesia de Sant Francesc Xavier gracias a la aquiescencia de la Diócesis de Eivissa y Formentera.
Para Taulé es «una suerte poder exponer en dos lugares tan emblemáticos de la plaza de Sant Francesc» y señaló que el título de la exposición Identitat Alteritat es un tema que siempre ha trabajado. Sin embargo, en otras ocasiones lo ha definido de otras maneras: «Exterior interior, blanco negro. Para mí es muy interesante porque en los 40 años que hace que conozco Formentera o que ella me conoce, he visto el exterior y el interior y lo que más me sorprendió de Formentera era que siempre se inventaba a sí misma. Esa invención de recrearse representa esta identidad mientras que lo que viene de fuera es la alteridad y lo importante es la relación entre ambas partes». Para el artista, la relación del interior y el exterior, la identidad y la alteridad, que en muchos casos podría convertirse en alteración «es una relación sutil con matices, de diálogo y en los que la luz no es un símbolo sino un elemento fuerte, sintético, es un parámetro». Taulé quiere que Formentera «siga siendo abierta pero que al mismo tiempo se proteja».
Antoni Taulé (Sabadell 1945) descubrió Formentera en 1970 cuando formó parte del equipo técnico que construyó el complejo hotelero del Riu la Mola. Desde entonces se convirtió en un devoto enamorado de la Isla, en la que puso su pied a terre, que luego acabaría convirtiéndose en una magnífica mansión escondida junto a s'Estany Pudent.
Meritorio
A caballo entre París y Formentera, Taulé ha descrito una larga trayectoria pictórica que le ha merecido el más elevado reconocimiento internacional con premios como el Chevalier de l'Ordre des Arts et des Lettres, que le concedió el presidente francés François Mitterand o el Premi Nacional d'Escenografía de la Generaliat de Catalunya. Ha realizado decorados y escenografias para los teatros más prestigios del mundo y sus obras figuran en numerosas colecciones de pintura públicas y privadas de los cinco continentes.
El conjunto de las obras que presenta en esta ocasión ha sido elaborado entre 2008 y 2010 y en ellas evidencia la minuciosidad del trabajo realizado bajo un prisma arquitectónico en el que combina edificios reales, espacio lejanos y ambivalente y la recreación de imágenes de artistas clásicos de la pintura mundial. Así figuras de Picasso, Francis Bacon, de Kooning, Miguel Àngel o Goya deambulan conjugados en las salas del Louvre, el Prado o el hotel Hyatt de Shangai. El interior y el exterior, la identidad y la influencia externa, la alteridad, que no alteración, conforman un contraste a medio camino entre la imagen gótica y la pesadilla, el suspense y el casi bodegón ochocentista. Son planos superpuestos que inquietan al espectador, que les provocan una cierta desazón que sólo el contraste técnico y conceptual pueda provocar con tanta dificultad artística pero con suma facilidad a la hora de transmitir sensaciones.
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