Medio centenar de obras del pintor Salvador Victoria han sido donadas por su viuda, Marie Claire Decay, al Museo de Teruel, en donde a partir de hoy se muestran en una exposición vibrante por la fuerza de sus cuadros informalistas de París y los últimos de esferas suspendidas en el espacio, llenos de luminosidad.
La colección ofrece un recorrido por 40 años de creación de este artista de la vanguardia abstracta de 1950, con obras de todas sus épocas, y ha sido seleccionada por su viuda, que la ha conservado y difundido con saber y tesón, en opinión del crítico Alfonso de la Torre y el escultor Diego Arribas, alumno de Victoria y director del Museo de Rubielos de Mora dedicado al pintor.
«He insistido -ha explicado a EFE Decay- en las obras alegóricas y en la fuerza, que está en toda su obra y no sólo en su primera época de París, la del informalismo y el gestualismo, los cuadros de fondo oscuro, algo de rojo, y rápidos trazos blancos de luz, en la línea americana de la 'action painting', que pintaba en el suelo, doblado por la cintura, mientras escuchaba a Bach o Vivaldi a todo volumen en París».
Entre las obras alegóricas, Decay ha destacado especialmente las que expresan deseos de paz con formas que semejan brazos abiertos, ya que la experiencia de la Guerra Civil dejó una huella profunda en él.
Salvador Victoria (Rubielos de Mora,Teruel, 1928/Alcalá de Henares, 1994), uno de los máximos representantes de la abstracción lírica, conoció a Marie Claire Decay en París, a donde viajó en 1956, en una «huida hacia el futuro», como tantos artistas de su generación (Chillida, Saura, Feito, Sempere) que establecieron allí contacto con las vanguardias y abrieron las fronteras de España a ese «otro arte» no académico.
Fue «un artista íntegro -y valeroso para más señas-», que tomó «una decisión en extremo valerosa, casi arriesgándolo todo por nada, al abandonar sus tierras turolenses natales y después la asfixiante Valencia de estudiante en San Carlos», afirma en el catálogo el crítico e historiador del arte Alfonso de la Torre.
Marie Claire Decay ha querido ofrecer una visión «distinta» de la obra más conocida, que se expone en el Museo Salvador Victoria de Rubielos de Mora, próximo a Teruel.
La donación tiene para ella un significado íntimo: «Salvador tuvo una relación muy entrañable con Teruel, que desde 1978 ha organizado otras tres exposiciones de él. Es una forma de dar las gracias también al Gobierno de Aragón, que por medio del director general del Patrimonio, Jaime Vicente Redón, siempre ha apoyado la catalogación y difusión de su obra y el Museo de Rubielos, impulsado por el alcalde Angel Gracia».
Entre las piezas de la donación, hay varias en las que Marie Claire Decay ha percibido más fuerza, tal vez obras más angustiosas, que pintó en Madrid después de regresar de París en 1965, cuando abandona el informalismo e inicia una evolución hacia la esfera, que se «convierte en su particular lenguaje plástico», ya en el arranque de la década de los ochenta, como señala en el catálogo Diego Arribas.
Y describe uno de sus últimos cuadros: «Un gran círculo blanquiazul que se eleva hacia el cielo, en cuyo centro hay un trazo (...) que enmarca una abertura irregular, cuyo interior capta nuestra atención por la intensa luz de un blanco níveo, de una intensidad extrema».
La colección incluye tres obras inéditas realizadas en Eivissa (Illes Balears), su primer viaje fuera de la península en 1952, un lugar cosmopolita, en el que define su personalidad y se da cuenta de que no está equivocado en sus intuiciones, y la primera carpeta de serigrafías que publicó, en 1969, «Espacios detenidos», inspirada en los versos del libro de Jules Supervielle titulado «Gravitations».
El último cuadro es un gran óleo de 1992, de dos metros por uno y medio, una de sus esferas llenas de luminosidad, círculos «inefables», cosmos poético, en la que el misticismo que vio el poeta José Hierro y el despojamiento de lo inútil señalan un camino de pureza y perfección.
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