MARÍA JOSÉ REAL

«Als infants i joves d'Eivissa que varen viure aquell temps». Con esta dedicatoria tan sencilla Joan Antoni Torres Planells decidió sacar a la luz tres años de investigación sobre la figura del padre Morey bajo el título El pare Morey: el capellà de la joventut d'Eivissa (Editorial Mediterrània. 199 páginas) que presenta esta tarde a partir de las ocho en El Hotel Pacha. «Yo era un niño cuando conocí la figura de este cura. Nos daba catequesis cuando todavía era seminarista y ya entonces empezó a transmitirnos su carisma», afirma Torres Planells, para quien sin duda este cura mallorquín fue uno de los personajes más influyentes de la década de 1950 en Eivissa.

-¿Por qué decidió escribir sobre la figura del padre Morey?

-Creo que fue un personaje emblemático en la sociedad ibicenca que marcó a la generación de los años 50. Nunca ha habido en la isla un personaje que haya influido tanto en la gente como el padre Morey. A esto le puedo sumar que nunca se le ha hecho un reconocimiento público y que el pasado 15 de octubre se cumplieron 50 años de su marcha forzada de la isla.

-¿A qué cree que se debe esa influencia sobre la juventud?

-La isla por aquel entonces no tenía prácticamente nada para los jóvenes. Morey tenía un don de gentes especial, era muy carismático, sabía entender a la juventud y era muy activo. En los años 50 había grupos de jóvenes rivales que se tiraban pedradas y él consiguió que esta estructura rival se convirtiera en equipos de fútbol. Organizó una estructura social para la juventud, cine al aire libre, excursiones. Dedicó buena parte de su actividad pastoral a la gente joven y eso no fue del todo bien visto por el sector más conservador de la iglesia.

-¿Fue un cura demasiado avanzado a su tiempo?

-Lo que pasa es que era una persona incómoda para el sector más integrista de la iglesia porque era un cura diferente de los que había en aquella época, que eran muy tradicionales; se hacían guardar mucha distancia, tenías que besarles la mano y básicamente sus relaciones eran con gente mayor. Estaba mal visto que se llevara tan bien con la juventud ibicenca y eso le trajo problemas porque se empezaron a correr rumores de que había abusado de menores.

-¿Qué hay de cierto en la historia sobre los supuestos abusos que llevaron al padre Morey a abandonar la isla?

-A lo largo de mis tres años de investigación no he encontrado ningún documento escrito o testimonio oral que me llevara a pensar que eso era cierto. Fue un rumor que lanzó alguien y que le llevó a dejar la isla. Lo pongo totalmente en duda porque sin decir ningún nombre todo el mundo sabía quién había empezado a decir eso. Fue una persona que participó en la Vuelta a Eivissa a pie de 1959 y más tarde participó en una excursión a es Vedrà en la que pusieron una cruz y una Virgen del Carmen. Si eres padre o madre de un niño y tu hijo te dice que ha tenido algún problema de ese tipo lógicamente no le dejarías volver con quien le ha hecho daño; no tiene sentido. Al obispo de por aquel entonces, Antonio Cardona Riera, no le gustaba el padre Morey, ni a los beatos de miras más cortas ni a la Falange, que curiosamente había colaborado con él en el impulso de actividades juveniles.

-Usted le conoció cuando era niño, ¿qué recuerdo guarda del padre Morey?

-A mí lo que más me gustó fueron las sesiones de cine al aire libre. El padre Morey hizo una labor de sólo siete años en la isla y realmente ha quedado un gran recuerdo entre la población. Fue el enemigo público número uno para según qué estamentos, pero pero muy querido para la mayoría de la población. Tras el escándalo de 1959 se marchó 25 años al Congo. Después volvió varias veces a la isla de forma anónima.

Joan Antoni Torres Planells destaca en su libro que el padre Morey dedicó prácticamente la totalidad de su labor pastoral a la juventud. «Promovió actividades como sesiones al aire libre, equipos de fútbol e incluso publicó la revista Gol en la que se hablaba de fútbol, pero con mensaje religioso», cuenta Torres Planells, quien señala en su libro: «El padre Morey, que había demostrado una especial predilección para dar protagonismo a los niños dentro de una sociedad donde prevalecían casi exclusivamente los intereses de los adultos, dio un paso más en su labor deportiva y pastoral y creó un club para los jóvenes que participaban en las actividades deportivas que puso en marcha, club que llamó el Club de los Muchachos».