'Posidonia', una de las piezas del artista israelí Aaron Keydar.

G. ROMANÍ

Aaron Keydar inauguró ayer una retrospectiva de más de dos décadas de su trabajo que estará durante dos semanas en la sala de exposiciones del Ajuntament Vell de Formentera. Keydar, israelí nacido en un kibbutz, fue paracaidista y participó en algún conflicto bélico en oriente medio. Dejando atrás su pasado, llegó a Formentera hace más de 30 años con una sólida formación de arquitecto.

El por qué de su reconversión posterior en escultor -principalmente en madera aunque en los últimos años ha trabajado con un éxito notable el azabache- es muy sencillo: «Cuando me instalé aquí quería poner muebles en mi casa, porque no había nada en ella y lo primero que hice fue una cama con maderas que había encontrado en la playa, después quise hacer una mesa, y encontré un tronco que no está aquí aunque la escultura en la que acabó convirtiéndose la tengo en casa -rememora Keydar, recordando que ya había hecho la mesa- pero con la tontería de esa época, del ácido de principios de los setenta, se cayó la mesa y decidí intentar hacer una escultura con ese tronco, casi como si fuera un juego».

Milán

A partir de ahí, Keydar comenzó a buscar maderas para trabajarlas y les daba forma, pero sin otra intención que disfrutar con su trabajo; pero un día alguien visitó su casa y vio algunos de sus trabajos, animándole para que hiciera una exposición en Milán. «Era a finales de los setenta y vendí siete esculturas; me dije que iba a intentar dedicarme a eso, a vivir de la madera». Posteriormente, Keydar ha presentado sus trabajos en Alemania, en diversas ciudades italianas, en EE UU e incluso en su Israel natal.

«Siempre me he interesado por la madera y las obras que hay aquí son de olivo, sabina, almendro o ginebra; una buena madera es suficiente para que me ponga a trabajar», afirma el escultor quien, curiosamente, presenta su retrospectiva una par de semanas después de que lo hiciera Diki, originario de Chicago, también residente en Formentera desde hace muchos años y que tiene un estilo bastante similar, partiendo ambos de viejos troncos.

Sin retos a priori

Keydar no se plantea retos a priori: busca los troncos, la materia prima, y primero la limpia, elimina las cortezas, las impurezas, las partes escultóricamente muertas y por tanto artísticamente no aprovechables y posteriormente comienza a dialogar con ellas sin un plan previsto. «Nunca sé qué va a salir al final, no me propongo algo concreto, no me interesa, no quiero mandar un mensaje, no quiero transmitir una filosofía o una idea, simplemente hago lo que me gusta, trabajar la madera».

Sus herramientas, ingenio y visión aparte, son las más sencillas: el papel de lija, los cinceles, los formones, y las leznas para hacer pequeños orificios o limpiar impurezas, todo ello conjugado con grandes dosis de tiempo, perseverancia y paciencia.

El resultado salta a la vista. Quienes van a sus exposiciones sienten la tentación irrefrenable de tocar la madera, de sentir ese raro placer de acariciar una obra de arte, represente a una serpiente, a un grupo humano o sea simplemente un laberinto mental.