La coreógrafa alemana Pina Bausch, considerada como la renovadora de la danza moderna, murió ayer a los 68 años, víctima de un cáncer fulminante, tan sólo unos días después del estreno de su última producción. Su muerte de ha caído como una bomba en Alemania, donde la sorpresa y el dolor se han puesto de manifiesto en la multitud de reacciones que se han producido en todos los ámbitos. «Todos estamos consternados sobre la noticia de su muerte prematura», apuntó el presidente Horst Kohler, en un mensaje dirigido al hijo de Bausch, Rolf Salomon.

Pina Bausch, según ella había dicho recientemente, tenía muchos planes y entre ellos realizar una película sobre su trabajo junto con su amigo el director de cine Wim Wenders. «Estoy desconsolado porque hayamos decidido llevar a la práctica nuestro viejo plan demasiado tarde», dijo Wenders tras enterarse de la muerte de Bausch. Wenders se declaró consternado y subrayó que su trabajo artístico era algo «único» que «ha enriquecido y reflejado nuestro tiempo como pocos otros».

Cuando Fina Bausch salió al escenario por última vez, para recibir los aplausos del público junto con sus compañeros, los asistentes se pusieron de pie y le tributaron una gran ovación, sin saber que se trataba de una despedida definitiva.

El director y primer bailarín del Staatsballet de Berlín, Vladimir Malakhov, dijo que «el mundo ha perdido una de sus coreógrafas más importantes». «Me hubiera gustado poder volver a trabajar con ella», afirmó Malakhov, que se declaró feliz de haber podido bailar una vez en el Wuppertaler.

También las autoridades políticas de la región donde pasó la mayor parte de su vida -la cuenca del Ruhr- reaccionaron a su muerte, con elogios a su obra. «Ella reinventó el teatro danza», dijo ayer el primer ministro Jürgen Rüttgers.