JULIO HERRANZ

La galería Berri de Sant Agustí acogerá hasta el próximo día 25 una exposición de Rivera Bagur, uno de los máximos exponentes de la pintura naïf mallorquina, fallecido en Palma hace diez años. La muestra la conforman «unas 18 obras en formato pequeño; muchos son dibujos en blanco y negro y algunas tintas», precisó ayer a este periódico el responsable de la veterana y recoleta galería, Gastao Heberle, añadiendo: «Su obra está muy cotizada. Fui muy amigo suyo; cuando iba a Palma pasaba a verle. Las obras las he conseguido a través de su familia, de la que sigo siendo amigo, y de otras personas que tienen obra suya».

Miquel Rivera Bagur (Alcúdia, 1919 - Palma, 1999) era un pintor autodidacta que pintaba en su casa hasta que fue descubierto por Joan Miró. «También le apoyó bastante Camilo José Cela, que solía escribir los textos de sus catálogos. Fue uno de los pintores naïf más importantes de España en los años 50 y 60», recordó el galerista brasileño, precisando que no cree que expusiera en Eivissa, «pero aquí había mucha obra suya, porque el marchante alemán Ernesto Erenhfeld fue su representante en la isla durante muchos años; vendiendo sobre todo a la colonia alemana. Por cierto, al final de su vida Ernesto vendría cuadros de Bagur y de Jussara (la esposa de Gastao)».

Rivera Bagur realizó en 1954 su primera exposición individual en Palma. Fue integrante del Grupo Tago y participó en la mayoría de exposiciones y actividades que organizó este colectivo. A finales de esa década su pintura adopta el lenguaje naïf, la mejor forma que encontró de expresar un mundo de «personas infantilizadas, dentro de campos de cuentos de hadas, puerilmente serios y de una recóndita frescura o de una indefensa melancolía», tal y como el propio artista definió su pintura.

Rivera Bagur fue un pintor capaz de plantear, desde lenguajes muy personales, una nueva lectura de la pintura de paisaje que, si bien no puede calificarse de rupturista, quería romper los vínculos con el costumbrismo característico del trabajo de la mayoría de sus coetáneos.

El periodo que va de 1964 a 1970 sirvió para multiplicar su presencia internacional y supuso la consolidación de su estilo. Obra suya figura en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, en el Museu Frans Hals de Haarlem (Holanda), en el Museo de Pintura Naïf de l'Ille de France de Paris y en el Museo Internacional Naïf Anatole Jakovsky de Niza (Francia); así como en importantes colecciones. «Tuvo mucho nombre en su época y tiene obra en toda Europa», concluyó Gastao Heberle.