JULIO HERRANZ

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El salón de plenos del Ayuntamiento de Eivissa, en Can Botino, se quedó ayer pequeño para acoger a los interesados en asistir a la presentación del libro
Ibiza ( editorial Artec), una reedición ampliada con nuevos textos y fotografías del volumen publicado en 2001 con motivo de la declaración en 1999 por parte de la Unesco de Eivissa, Patrimonio de la Humanidad; dentro de la serie del Grupo de Ciudades Patrimonio de España. Reedición motivada por la celebración del décimo aniversario del reconocimiento de la Unesco. En el acto intervinieron los responsables de los textos, Concha García Campoy y Antonio Colinas; la alcaldesa de Eivissa, Lurdes Costa, y el responsable de la editorial Artec. La mayoría de las fotografías que ilustran profusamente el libro son de José M. Díez (Pototo).

Un incomprensible problema de megafonía impidió prácticamente que las alocuciones de los participantes pudieran escucharse en el anexo del salón de plenos. En cualquier caso, las impresiones y opiniones sobre Eivissa de la periodista y el poeta quedan recogidos en sus textos. Más conciso y sentimental el de Concha García Campoy, titulado
Paseo romántico , en el que, entre otras cosas, apunta: «No se puede pasear por Ibiza exclusivamente a ras de tierra. Su influjo nos coloca en otras dimensiones. Hay una Ibiza soñada que se hace real en cualquier momento, espacios inquietantes, amistades insólitas, mezclas imposibles en otros lugares del mundo... el cielo y el infierno se han dado la mano muchas veces. Y, sin embargo, si se tiene el talento y el deseo de riesgo suficiente para pisar las nubes, se reconocerá la intensidad que otorga haber sido cementerio de elefantes, tierra de promisión y la mayor concentración energética del mundo».

El texto de Antonio Colinas es un amplio ensayo titulado
Ibiza a la luz de cuatro lugares esenciales: Cuatro meditaciones sobre Dalt Vila, La historia de la ciudad en síntesis, La necrópolis púnica del Puig d'es Molins, El yacimiento de sa Caleta y
La Ibiza costera: la posidonia. Ensayo en el que el autor de
Sepulcro en Tarquinia expresa votos optimistas: «Me gusta seguir imaginando la Ibiza del futuro en armonía y en libertad, que siga siendo ese ejemplo que fue, mundialmente, de ambas cosas en los años 50 y 60, pero que hoy, a veces, el viajero extraviado o el turista conducido a la fuerza tiene que saber descubrir aquí o allá, los lugares secretos, ¡que aún son afortunadamente tantos!.

«Me refiero a una isla que mantiene o ha recuperado los que siempre han sido sus valores esenciales: su bella naturaleza, su calma, su equilibrio, aquel hermosísimo sentido de acogida que tiene su más plástica expresión en los años 30 en aquella escena -en verdad homérica- en que unas payesas desnudan, bañan y visten con el traje típico -como una Tánit- a Maria Teresa León, la mujer de Rafael Alberti», evoca el poeta leonés, que residió en Eivissa durante dos décadas.